No estemos en la higuera

Domingo III semana de Cuaresma

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

 


“Señor, déjala todavía este año….a ver si da fruto. Si no, la cortas”(Lc 13)

Cada vez que llega el otoño, los que vivimos todavía cerca del campo, tenemos la suerte de asistir a uno de esos ritos obligados por parte de los agricultores: la poda

Con este evangelio, me venía a la memoria, el desazón de un conocido mío porque había plantado un gran número de frutales pero, no todos, cumplían sus expectativas. ¡No hacen mas que ocupar sitio!. Y, sin pensárselo dos veces, los arrancó.

Todos nosotros somos ese inmenso huerto de frutales, dispersos por los cinco continentes, y que Dios plantó hace mucho tiempo con un doble objetivo: estar unidos a El y recoger algo de las yemas de nuestra vida. 

Los hay que ocupan sitio de balde. No se preocupan demasiado en si dan o no dan el 10 o el 20 por ciento. Les es indiferente; su vida es lo primero y….lo segundo ya no existe.

Crecen, otros más, a la sombra de aquellos que dan fruto. Podrían pero….es más cómodo beber agua de la fuente del vecino que esforzarse en ser maná.

Algunos más se sienten tan humildes al lado de aquellos que dan tanto que, hace tiempo, dejaron de cuidarse y de robustecerse, de podarse y de abonarse a sí mismos. ¡Total ya están los demás!

Otros, en cambio, intentan por todos los medios estar en plena producción. Son conscientes de que la vida es una primavera que se prolonga unos años pero que dura poco menos que dos telediarios; miran hacia lo alto para dirigir su vida según el sol del evangelio. Despliegan las hojas de su existencia para que el Espíritu Santo las cubra de esplendor y de belleza. Dejan que, la Palabra de Dios, corra por dentro de sus venas como si fuera la savia del amor y de la generosidad, del perdón y de la alegría.

Lo peor que nos puede ocurrir es “quedarnos o estar en la higuera”. Permanecer en un estado vegetativo, de resistencias y no despuntar en lo mejor de nosotros mismos

Lo mejor que nos puede ocurrir es dejar que Dios riegue, abone y labre oportunamente esa tierra de los que nos resistimos a quedarnos en simple arbusto para dar lo que haya que dar y ser lo que tengamos que ser. 

Siempre podrá más la paciencia de Dios que las ventoleras de absentismo y del efecto invernadero que a veces nos esterilizan. 

La CUARESMA es una oportunidad para acudir a esa gran lección de horticultura , magistral y oportuna, que nos ofrece Dios:

-lo que hay que podar se poda (para que la Iglesia no se quede en árbol seco e inútil)

-lo que hay que regar se riega (donde no llegan los recursos humanos acude la mano de Dios)

-lo que hay que trasplantar se trasplanta (todos tenemos un lugar donde dar algo de nosotros mismos)

-lo que necesita clarear se clarea (para que no se confundan los frutos del reino con los caprichos de turno)

-lo que es urgente guardar se guarda (para que el enemigo del mal no extermine alguna que otra especie en peligro de extinción)

-lo que nos pide cavar se cava (para que no crezcan en la soledad ni en la apatía, en el olvido o en el estío del cariño aquellos que buenamente hacen lo que pueden) 

Me gusta la PACIENCIA de este Dios propietario de esa gran plantación humana de la que formamos parte. Nosotros, acostumbrados en arramblar con todo, cortar y rasgar (cuando no es de nuestro gusto, por determinada orientación eclesial o ideológica)…..tenemos una buena palabra que aprender, recordar y ejercitar: EL TRIUNFO DE LA MISERICORDIA SE ADQUIERE CON LA PACIENCIA. Dios siempre…da otra oportunidad.