Deseos, de San Francisco Javier para un año nuevo

Autor: Padre Javier Leoz

 

 

1. Que tu vida, como mi nacimiento para mis padres en 1506, sea un motivo de alegría y de paz, allá donde te encuentres.

2. Que tu existencia, como la mía en París, cambie totalmente cuando abras tu corazón sin condiciones a Dios.

3. Que tu grandeza, no sea aquella que yo al principio pretendí; uno, cuando se siente tocado por Dios, estima que todo lo que seduce al mundo, tiene muy poco valor.

4. Que la paz que pregona el hombre, sea aquella que yo intenté llevar –con pocos medios y con muchas dificultades- hasta los últimos rincones: la paz que se fundamenta en Cristo

5. Que tu fortaleza, como en tantos momentos Dios la alimentó, te venga por el costado de la eucaristía y por el techo de la oración.

6. Que tu debilidad, al contrario de lo que el mundo te diga, sea el arrodillarte para servir al Señor que vive en los pequeños de cada día: descansarás más y mejor.

7. Que tu secreto, al igual que lo fue también mío, sea el “tú a tú” con Dios. No habrá proyecto que se te resista, ni tormenta imposible de salvar.

8. Que tu fe, lejos de la simple baratija, ponga a Dios en el centro de tu pensamiento y de tus acciones. Comprobarás que la felicidad brota desde lo aparentemente invisible al ojo humano.

9. Que las contradicciones y zancadillas, ¡qué os contaría yo!, no os debiliten en aquello que estimáis imprescindible por conseguir un mundo más humano y fraterno.

10. Que los oídos sordos, para las cosas de Dios, no rebajen vuestro tesón y vuestra ilusión por ser altavoces del amor inmenso que Dios os tiene. El tiempo es un campo donde Dios va haciendo fructificar aunque nosotros no lo veamos.

Que la soledad, hermana con la que tantos momentos navegué y prediqué, sea una experiencia y una oportunidad para gozar de la intimidad con vosotros mismos y con Cristo.

Que las incomprensiones y traiciones, no os echen atrás en ser avanzadilla de ese grupo de creyentes que, la iglesia de Jesucristo, necesita en medio de los avatares en los que os encontráis. Tendréis vuestra recompensa.

Que el deporte o el ocio, que fue mi delirio y mi pasión, no os impida ejercitar ese otro hacer gimnasia con el corazón y con el alma. Os sentiréis más oxigenados, limpios y mejor.

Que la riqueza no os parezca sinónimo de prosperidad. Comprobé en propias carnes que, la nobleza, puede convertirse en ruina de la noche a la mañana. Sólo Dios perdura como fortuna imperecedera.

Que las dudas no sean más fuertes que vuestra fe en Dios. El maligno no duerme. Siempre se las ingenia para aguardar el momento más oportuno para la incertidumbre nos acorrale.