Reflexiones de Cuaresma

¿Será la confesión un tribunal?

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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En los últimos siglos, algunos moralistas asimilaron el Sacramento de la Reconciliación con un juicio penal. Hablaron entonces de juez y de reo. De causa y de pena. De sentencia y de absolución. Y al confesionario lo llamaron el santo tribunal de la penitencia.

Todo ello aparece como una contaminación de lo político sobre lo religioso. Algo que sucedió hacia el siglo XIV, cuando la conversión cristiana empezó a alejarse del esquema que nos presenta el Evangelio.

Para Jesús no contaron estos elementos judiciales. Quienes se convertían se dejaban encontrar en el camino. Y en un contexto de amistad y de alegría iniciaban una vida distinta. Esto le sucedió a Zaqueo y a Leví, cobradores de impuestos. A Pedro, después de su triple negación.

Por fortuna, hoy volvemos por estos caminos evangélicos a revaluar el Sacramento de la Reconciliación. Recordamos además que el concepto de justicia en el antiguo Testamento no tenía una connotación vindicativa. Jueces, como Sansón y Gedeón, eran líderes del pueblo, que empleaban su vida en promover el bien común. De motivar entre los ciudadanos un buen comportamiento.

Si durante esta cuaresma deseamos celebrar la Reconciliación, conviene comprender este valioso sacramento, de la manera como Jesús lo inició.

Lo elemental sería hojear sinceramente la conciencia para presentar al Señor nuestra historia. Descubrimos en ella muchas luces, aunque no escasean los eclipses.

Sentiremos entonces que el amor de Dios desborda todos nuestros pecados. Es muy diciente un pasaje de Isaías, que se lee en estos días: "Si tus pecados fueren rojos como la grana, yo los haré blancos como la nieve".

Probablemente el sacerdote nos preguntará: ¿Cumpliste la penitencia? Se trata de alguna buena obra que, en la pasada confesión, se nos ha sugerido. Quizás una oración, una limosna. Pero la mejor penitencia es entrenarnos en cristianismo. Es decir: Mantenernos en sintonía con Dios. Y si antes habíamos obrado mal en tal aspecto, empezar a obrar de otra manera. Hasta que la voluntad, ayudada por la gracia, sea capaz de hacer vida el Evangelio.