Fuente y origen

¿Qué nos dice la Biblia? 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Hablando en términos actuales, podríamos decir que en un principio Dios no tuvo casa de publicidad propia. Esa tarea la encomendaba a unos creyentes, la mayoría de los cuales eran pastores. De ahí que muchos profetas presentaran a Dios ante el pueblo como un pastor: 

“Yavéh, como un pastor a su rebaño, recoge en sus brazos los corderitos y en el seno los lleva, y trata con cuidado a las madres” (Is 40, 11). 

“Así dice el Señor: Aquí estoy yo. Yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado” (Ez 34, 11.12). 

También hallamos esta comparación en el salmo 22: “El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo... Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo. Tu vara y tu cayado me acompañan”. 

De igual manera, el Nuevo Testamento nos presenta a Dios como un pastor, sobre todo en el Evangelio de San Juan. 

Sin embargo, esta metáfora no ha de ser entendida al pie de la letra. Sería muy pobre la relación con Dios de alguien que es irracional y plenamente pasivo. 

Pero enseguida, aquellos nómadas salidos de Egipto empezaron a ser agricultores, se asentaron “cada cual bajo su parra y bajo su higuera”, como escribió el profeta Miqueas (4,4). Entonces el pueblo empezó a comprender a Yavéh como un rey, y cada judío circuncidado se entendía como un vasallo del Altísimo. Comprensión todavía incompleta, porque la alianza pactada por Dios con Israel promovía una relación más excelente. 

Más adelante nos situamos en el capítulo 16 de Ezequiel, el libro de Amós, y en el Cantar de los Cantares. Unos largos textos en los cuales Dios le dice a su pueblo de diversas maneras: “Yo soy como un esposo y vosotros, como mi esposa”. Al encuentro de Yavéh con la humanidad se le añadió entonces un elemento afectivo. 

Pero todo ello permanecía en el Antiguo Testamento, es decir, dentro de los límites de la primera alianza de Dios con un grupo escogido, en cabeza de Abraham.