Nuestros antepasados en la fe

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Innumerable y anónima en la mayoría de los casos, es la lista de misioneros que, desde la madre España, llegaron a nuestro continente americano. 

Fray Junípero Serra, quien evangelizó el norte de México y el sur de los Estados Unidos. Fray Bartolomé de las Casas, obispo de Chiapas y Veracruz y más tarde protector de los indígenas ante la corte de España. 

Fray Juan de Zumárraga, obispo de ciudad de México, cuya tarea pastoral está ligada a las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe. Bajo su iniciativa los franciscanos fundaron, en las afueras de la capital, el colegio de Tlaltelolco donde se educaba a los indígenas con miras al sacerdocio. Estos, aunque llegaron a hablar con perfección el castellano y el latín, parece que no pudieron librarse de sus condicionamientos paganos. La experiencia fracasó unos años más tarde, sin haber logrado ningún sacerdote autóctono. 

También fue célebre en México el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga, a quien los nativos llamaron "Tata Vasco". Amaba entrañablemente a los indios y su ideal misionero fue revivir la Iglesia primitiva. Su "República de Indios" buscó hacer de estos hombres políticos y cristianos. 

Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, quien convoca en 1552 el primer concilio latinoamericano. En esta asamblea se ordena a los párrocos aprender la lengua de los nativos. 

En Brasil, encontramos como misioneros al beato José Anchieta y al Padre Nóbregas. En el Cono Sur, a San Francisco Solano. En Colombia, a San Pedro Claver, apóstol de los negros, y a San Luis Beltrán. En Venezuela, al Padre José Gumilla. 

La gesta evangelizadora de América Latina es una larga historia de esfuerzos de la Iglesia, muchas veces a tientas, por ser fiel al ideal de Cristo. No se excluyen de ningún modo sus desaciertos en sus compromisos con fuerzas ajenas al Evangelio. 

Mientras tanto, se funden lentamente las tres razas que nos dieron origen: europeos, indios y negros. Y el Señor realiza su obra, a pesar de las limitaciones de los hombres. Cuando revisamos nuestra historia, caemos en cuenta del valiosísimo legado que heredamos y comprendemos que "finalmente ha llegado la hora de proyectarnos más allá de nuestras propias fronteras".