Lo que va de misión a "misión"

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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En 1581 nace en Francia San Vicente de Paúl. En 1694 nace en Italia San Pablo de la Cruz. Dos años después en Nápoles, San Alfonso de Ligorio. Encontramos luego en Francia, a San Luis María Grignion de Montfort. En el siglo pasado a san Antonio María Claret, un catalán. Y así muchos otros evangelizadores. Son notables estos misioneros, a quienes la Iglesia declaró luego santos. 

Cada uno propició el nacimiento de familias religiosas. Algunas femeninas, pero también otras de clérigos regulares, como se decía en ese entonces. Son estos los vicentinos, los pasionistas, los redentoristas, los montfortianos, los claretianos. 

Familias religiosas que, en su haber misionero, cuentan grandes realizaciones en muchas naciones del mundo. 

Sin embargo, la primera intención de los fundadores se enfocó hacia una Iglesia atacada por el cisma protestante, en decadencia por diversos motivos, o necesitada de instrucción catequística en significativos sectores. 

Nació así un trabajo oficial de reevangelización, y aparecieron como instrumento eficaz de la misma las ''misiones populares". 

Esta admirable tarea vino, sin embargo, a mermar el énfasis sobre la evangelización de quienes no conocían a Jesucristo, objetivo primario de la Iglesia al cual la Propaganda Fide quería fortalecer. 

El pueblo creyente empezó a confundir —y con razón— misión y "misión", misionero y "misionero". Muchos hombres y mujeres de Iglesia, impactados por la descristianización de los ya bautizados, se desinteresaron poco o mucho del anuncio del Evangelio a los pueblos no bautizados. 

Esta situación viene a culminar en una clarificación lingüística, por la cual se denominan "misiones diocesanas" los proyectos para promover la fe entre los cristianos, y misiones extranjeras, "ad gentes" (hacia los gentiles), los programas de la Iglesia para proyectarse más allá de sus fronteras. 

El número 33 de la encíclica Redemptoris Missio nos aclara hoy las cosas: 

"Las diferencias en cuanto a la actividad de esta misión de la Iglesia, nacen, no de razones intrínsecas a la misión misma, sino de las diversas circunstancias en las que ésta se desarrolla: Mirando el mundo actual, desde el punto de vista de la Evangelización, se pueden distinguir tres situaciones: 

En primer lugar, aquella a la cual se dirige la actividad misionera de la Iglesia: pueblos, grupos humanos, contextos socioculturales, donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan comunidades cristianas suficientemente maduras, para poder encarnar la fe en el propio ambiente y anunciarla a otros grupos. Esta es propiamente la misión Ad Gentes. 

Hay también comunidades cristianas con estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; tienen un gran fervor de fe y de vida; irradian el testimonio del Evangelio en su ambiente y sienten el compromiso de la misión universal. En ellas se desarrolla la actividad o atención pastoral de la Iglesia hacia un crecimiento y consolidación de la fe. Pastoral de acompañamiento. 

Se da, por último, una situación intermedia, especialmente en los países de antigua cristiandad, pero a veces también en las Iglesias más jóvenes, donde grupos enteros de bautizados han perdido el sentido vivo de la fe, o incluso no se reconocen ya como miembros de la Iglesia, llevando una existencia alejada de Cristo y de su Evangelio. En este caso es necesaria una "nueva evangelización" o "reevangelización" (RM,33). 

Como un hito final de este estado de cosas, aparece en 1942 un libro que hace carrera: "Francia, país de Misión", del abate H. Godin. El autor señala allí la crisis religiosa de aquella nación en otros siglos floreciente.