La aventura de San Francisco

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Al comenzar el siglo XII, tiempo de problemas y de cruzadas, nace la orden de los frailes menores de Francisco de Asís. 

Su objetivo, vivir comunitariamente un evangelio real, en pobreza y sencillez. Pero muy pronto, aquellos frailes desarrapados y andariegos descubren su vocación misionera. Aquella que nunca se puede separar de una auténtica vida cristiana. 

Cuando el poder político y religioso de su tiempo predicaba la cruzada para exterminar a los musulmanes, Francisco envía a sus frailes a convertirlos al Evangelio. 

El mismo se embarcó en Damieta en 1219 y logró entrevistarse con el sultán Melef - El Kamel, aunque no tuvo mucho éxito este encuentro. Francisco regresó a Italia, pero no se dio por vencido en su proyecto. 

Más adelante, sus discípulos van al Oriente Medio, donde los mongoles han vencido a los musulmanes. Llegarán a tierras armenias y rusas. Se adelantarán hasta Siria e Irak. 

Bien conocemos la invaluable tarea de los franciscanos en la evangelización de América. Otro tanto podemos decir de los discípulos de Domingo de Guzmán, quien funda en 1206 la Orden de los predicadores. 

La historia nos presenta enseguida a los primeros evangelizadores del extremo Oriente. Marco Polo, el viajero veneciano, los precede unos años antes. A éste encarga el gran Khan de Pekín rogarle al Papa quiera enviar misioneros a su corte. 

Las dos primeras expediciones, enviadas por Gregorio X, no llegan más allá de las tierras de Armenia. Ante una nueva petición del gran Khan, viaja un franciscano lleno de experiencia, Juan de Montecovino. Se hace a la mar en el golfo Pérsico y bordeando todo el sur de Asia, toca por fin las riberas de la China. 

Juan de Montecovino, aceptado por la corte real, es impugnado sin embargo por algunos herejes que ya están allí por gracia de los mercaderes. Sin embargo, dentro de poco tiempo la Iglesia de China tendrá una sede episcopal en Zaitón. 

Años después, con el cambio de monarquía, las cosas no continuaron tan prósperas. En la actualidad el inmenso imperio chino, cerrado por muchos años al cristianismo, empieza a abrirse al Evangelio en medio de muchas dificultades. Esta apertura es un signo de los tiempos para nosotros los cristianos del Tercer Mundo.