Reflexiones de Cuaresma

La magia del perdón

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Catarsis equivale a purificación. Cuando yo le cuento a un amigo mis penas. Si comparto mis preocupaciones en familia. Si visito al sicólogo y le abro mi intimidad, sin temer que me reprenda o me condene. Alivio entonces esa carga interior que me doblega. Las penas se dividen por dos y las alegrías se multiplican.

Confesarnos es algo semejante, pero superior a la vez, porque nuestro interlocutor es el Señor. El Padre bueno de la parábola, que todos los días aguarda al hijo derrotado y hambriento.

No es fácil dibujar las fronteras entre sicología y religión. Ellas se complementan y con frecuencia se confunden.

Pero es un hecho: Si nunca comparto mis angustias. Si me refugio en la melancolía. Si vivo en una torre de marfil, aparentando ser perfecto, tarde o temprano, estallarán mis mecanismos interiores. De allí muchas enfermedades, la angustia existencial que deteriora tantas vidas. El recurso al licor, a la droga. El suicidio.

Los católicos tenemos la fortuna de poder celebrar el Sacramento de la Reconciliación.

¿Pero no será inconveniente reconocernos culpables? ¿No deteriora tal confesión la autoestima? Podría crearnos un complejo de inferioridad.

Conviene distinguir entre complejo de culpa y arrepentimiento cristiano. El primero equivale a decir: Yo soy malo. El segundo nos motiva a aceptar: Yo he obrado mal. Y ese mal que confesamos se diluye enseguida, ante la bondad del Señor que nos perdona.

Como no tenemos otros puntos de referencia, comprendemos el perdón de Dios a nuestro estilo, donde siempre perdura un amargo recuerdo. Tal vez un trauma que nos acompañará toda la vida. Seguiremos cojeando del alma, sin sanar las heridas.

Pero Jesús enseña que su perdón es de otro orden. Basta mirar tanta gente "remendada" que circula por las páginas del Evangelio: María, de la cual el Señor había echado siete demonios. Pedro que niega al Maestro varias veces y vuelve a su cargo de jefe de los Doce, con mucha humildad y renacida esperanza. El Buen Ladrón...

El perdón cristiano destruye cualquier pasado lamentable. Volvemos a ser criaturas nuevas. Porque la penitencia ante Dios equivale a una inocencia con experiencia.