Introducción

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Es la queja angustiada que muchos padres de familia presentan al rector del colegio, a la sicóloga del plantel o al párroco vecino. Se conoce en varios lugares del país que hombres y mujeres, jóvenes y adultos practican extraños ritos, relacionados con el demonio. Grupos a los cuales llamamos genéricamente sectas satánicas. Pero aquí como en otros tantos asuntos, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. 

El llamado satanismo es un movimiento mundial que integra elementos sicológicos, religiosos y también sociológicos. Lo respaldan filósofos y poetas, novelistas, cantantes y directores de cine. Pero allí podemos distinguir tres niveles: 

Se da el caso de gente aficionada a cierto ropaje extravagante y a determinados símbolos que algo tienen que ver con el Maligno. Por ejemplo: chaquetas y pantalones de cuero negro, cinturones y pulseras claveteados de accesorios metálicos. O adornados con diablos, cruces invertidas y calaveras. Sin embargo, esto de por sí no significa satanismo. Es apenas un afán de identificación personal, quizás en actitud contestataria. 

También se sabe de algunos que gustan frecuentar grupos esotéricos donde se habla del demonio. Atraídos por el riesgo de lo desconocido, participan de pronto en sus ritos. Pero su conducta no equivale a una relación personal y consciente con un ser superior y maléfico. 

Quedaría un tercer grupo: quienes, mediante determinadas ceremonias, pretenden acercarse al demonio, cuyos poderes desean asegurar en beneficio propio y contra el Dios tradicional, como remedio de la angustia o ejercicio de venganza. 

Desde hace algún tiempo, la Fiscalía ha tomado cartas en el asunto frente a los homicidios, violaciones, suicidios, profanación de cementerios y otros crímenes que el satanismo ha propiciado, especialmente entre los jóvenes.