Historia y prehistoria

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Pero este amor de Dios, que anunció la Madre Teresa a un intocable de la India, posee una larga historia: Veinte siglos de vida cristiana. Miles de hombres y mujeres, ancianos, adultos y niños, que han dado la vida por Cristo. Millones de seres humanos que en todas las lenguas de la tierra confiesan: Jesús es el Señor. Infinitos volúmenes que nos entregan el mensaje del Evangelio. Innumerables gestos de amor y de bondad, entre los hombres de todos los siglos. Las culturas y las artes contagiadas por la persona de Jesús de Nazaret. Las realizaciones admirables de la Iglesia en medio de los pueblos. Y también sus limitaciones, que la hacen humilde y necesitada de la fuerza y la luz del Señor. Miles de hombres y mujeres que, dejando su familia y su patria, se han aventurado por los mares, ríos, montañas y desiertos, en busca de grupos humanos con quienes compartir la fe. 

Pero también ese amor tiene una prehistoria. Cuando nos remontamos en busca de las raíces de nuestra fe, descubrimos algo sorprendente. Más allá de una Iglesia visible, con sus realizaciones externas y sus estructuras. Más allá de su teología y de sus sacramentos, más allá del Sermón de la Montaña y de la persona de Jesús, nos encontramos cara a cara con el Padre de los cielos. 

Ese amor, que no se puede definir, nos lo describe el capítulo 6 de San Mateo. A Dios no le gusta que vivamos de apariencias. Desea que le hablemos desde la sinceridad del corazón. Nos invita a llamarlo Padre y Padre nuestro porque todos, buenos y malos, justos y pecadores, somos sus hijos. A El podemos confiar todas nuestras inquietudes y el afán que nos pesa cada día. El madruga a cuidar de los pájaros y a vestir a los lirios. 

Por lo tanto, un buen hijo de este Padre se preocupa, ante todo, por promover el Reino de Dios. Todas la otras cosas se nos darán por añadidura. 

El Señor tiene sólo un deseo: Que todos los hombres se salven. Para esto envió a su unigénito, Jesús. Este vino a la tierra a anunciarnos el amor de su Padre. Y todo lo que encierra el cristianismo se resume en un solo mensaje: Padre nuestro.