El sentido de un nombre 

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Lo mismo que sección, sector y segmento, la palabra secta viene del verbo latino secare, que significa separar, cortar, apartar. Ya en la Iglesia primitiva aparecieron grupos que interpretaban las verdades de la fe de manera distinta a la enseñanza de los apóstoles. 

A fines del siglo l encontramos a los Docetas: Predicaban que Jesús había tenido sólo un cuerpo aparente. Lo cual equivalía a negar la encarnación, la muerte en la cruz y además la resurrección del Señor. 

Enseguida surgieron los Gnósticos, quienes unieron a la revelación cristiana muchos elementos de la filosofía griega y de las religiones orientales. Identificaban el Evangelio con una ciencia reservada únicamente a los letrados. 

Por ese mismo tiempo, los Maniqueos enseñaron que existen dos fuerzas poderosas, el Bien y el Mal, que se disputan el gobierno del mundo. Manes, nacido en Persia hacia el 217, contagió a varias Iglesias de su dualismo religioso, cuyos restos perduran en muchas sectas de hoy. 

Por su parte Montano, en el siglo II, predicaba que ante la relajación de muchos cristianos, el Espíritu Santo le había ordenado regresar a la observancia primitiva. Creó entonces comunidades puritanas donde se prohibía el matrimonio, los negocios y toda clase de diversiones. Partía de una comprensión incorrecta del hombre y de un miedo exagerado a la condenación eterna. 

En posteriores épocas surgieron otras sectas de gran protagonismo en Europa. Como los Cátaros (Los Puros), muy allegados a los maniqueos. Más tarde se llamaron albigenses por la ciudad francesa de Albi, en la cual se multiplicaron. Y también valdenses, o seguidores de Pedro Valdés. 

Después de la reforma protestante, algunos cristianos separados de Roma se dividieron y subdividieron, al antojo de sus líderes, formando ya no Iglesias organizadas sino verdaderas sectas. Las cuales con ciertas variaciones, en sus costumbres y doctrina, han llegado hasta nosotros.