Domund de año 1

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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El primer Domingo Universal de las Misiones fue en Pentecostés. No hubo bazares, ni colectas, pero sí se congregó allí un nutrido grupo internacional: Partos, medos, elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Pamfilia, Egipto... 

Fueron estos los oyentes de aquel solemne manifiesto de Pedro, el jefe del grupo apostólico. 

"Escuchad, dice el primer papa: Dios resucitó a Jesús librándolo de la muerte. De ello nosotros somos testigos. Por lo tanto, vuélvanse a Dios y bautícense en nombre de Jesucristo y El les dará su Espíritu. Esta promesa es para ustedes y para sus hijos y también para todos los que están lejos". 

San Lucas nos cuenta que aquel día, unas tres mil personas se agregaron al número de los creyentes. 

Pedro le abre a la primitiva Iglesia el horizonte de un universo, al cual es necesario anunciar el Evangelio. 

Aunque esto se llevó a cabo poco a poco. Al principio los apóstoles entendieron que debían comenzar su misión desde Jerusalén (Lc. 24, 47) y predicar primero a los judíos (3, 26; 13, 43). Esperaban señales que indicaran el inicio de los nuevos tiempos. 

Pero, en seguida, varios signos les muestran la necesidad de encaminarse a todos los pueblos: Las persecuciones (8, 1s), la conversión del pagano Cornelio (10), la petición que hace el Espíritu Santo a la Iglesia de Antioquía (13, 2, 4) para que envíen a Pablo y a Bernabé a tierra de gentiles, el concilio de Jerusalén (15), la destrucción de la Ciudad Santa por Tito, en el año 70 de nuestra era. 

La conversión de Pablo, un intelectual judío gran conocedor del medio pagano, amplía aún más el panorama. 

Pablo es consciente de que todos los hombres están llamados por el Señor a la fe (Ef. 2,19-22; Col. 1, 21 s.). Por lo tanto: Anuncia a Cristo donde aún no ha sido anunciado. Escoge las ciudades principales, a las cuales acuden viajeros y comerciantes de todos los pueblos, para fundar en ellas las primeras comunidades. Trabaja en equipo con presbíteros, diáconos y laicos. (I Tim. 3, 8). Integra a las mujeres al trabajo pastoral (Rom. 16, 1, 3). 

Su tarea es itinerante. Después de uno o dos años de estadía en algún lugar, entrega a líderes locales la responsabilidad de cada Iglesia (2 Tim. 4, 1 y s). Se denomina a sí mismo el Apóstol de los gentiles (I. Tim. 2; 7; Gal, 2, 7 - 8).