De Roma a Canterbury

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Otro episodio memorable de esta época, en la historia de la Iglesia, es el envío del monje Agustín desde Roma a Inglaterra. 

El papa San Gregorio Magno desea intensamente evangelizar aquel país del norte. Treinta o más monjes del monasterio de San Andrés, en el monte Celio, parten a esta labor con su prior Agustín. Es la primera expedición oficial de que tenemos noticia. El documento Ad Gentes del Concilio Vaticano II nos definirá luego las misiones como "las empresas concretas con las que los heraldos del Evangelio cumplen el deber de predicar por todo el mundo y de implantar la Iglesia entre los pueblos" (A. G. 6. 3). 

Llegado a Inglaterra, Agustín logra la conversión del rey Etelberto. Funda varios monasterios. El prior de San Andrés se convierte más tarde en obispo de Canterbury. 

San Gregorio Magno le escribe al monje Melitón, fundador de la sede de Londres: "Advertid a Agustín que no se deben destruir los templos paganos, solamente los ídolos. A aquellos se les puede pasar al culto del Dios verdadero". 

La Iglesia de Inglaterra atravesó numerosas dificultades. Feroces rivalidades enfrentaron a los príncipes paganos con sus vecinos convertidos. Pero esa Iglesia misionada se convierte pronto en Iglesia misionera. 

En el 680 nace en Inglaterra Bonifacio. Educado en la Abadía de Nursling, vive allí como discípulo de Wilberto. A los 30 años recibe la ordenación sacerdotal. En el año 719 el papa le envía a evangelizar los pueblos de Germania. Funda en esta tierra monasterios, lucha con los predicadores paganos. Informado el papa de su celo y cualidades pastorales, le llama a Roma y, después de consagrarlo obispo, le encarga la consolidación de la Iglesia en los territorios germanos. 

Ayudado de otros monjes venidos de Inglaterra, se dedica a la formación de un clero autóctono en la abadía por él creada. Su obra se perpetúa en aquellas regiones del norte, desde donde visita también el territorio de los actuales Países Bajos. Ya anciano de setenta y ocho años, emprende una nueva expedición, acompañado de sacerdotes, diáconos y monjes. Pero a las pocas jornadas, el grupo misionero es asaltado por una turba de paganos que los asesinan. 

El imperio de Carlo Magno recogió los frutos de este valiente apóstol. Su obra, amenazada luego por enemigos y herejes, perdura sin embargo a través de los siglos en los pueblos sajones.