Amigos a tiempo completo

No se ha licenciado todavía

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Un amigo médico le aconsejó al principio un clima más caliente. Después vinieron repetidos exámenes, radiografías, medicamentos de distintas especies y al final, todos sus dolores tomaron un nombre propio. Según la ciencia: Una artritis que iría reduciendo sus fuerzas y su capacidad de movimiento. Según la fe: Una cruz no fabricada por Dios, pero encontrada de paso en el camino y que serviría para tender muchos puentes hacia la vida eterna.

Luis Alberto apenas puede hoy salir de su casa, auxiliado por sus parientes, para la revisión de cada semana.

Lo demás del tiempo se le va en rezar, sobre todo a la Inmaculada para quien conserva desde niño una devoción entrañable. Lee muy poco porque rápidamente se fatiga. Escucha las noticias, mira la televisión y otros ratos dormita en su silla, cuando no se dedica a recordar. Pero nunca se ha sentido licenciado de su sacerdocio. Desde su Misa comparte todas las inquietudes del mundo y es solidario con todos "los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de todos los hombres".

Cuando celebra en su silla de ruedas, rodeado de una miniparroquia de parientes y vecinos, vuelve a avivarse la llama de su celo y comprueba que su sacerdocio es ahora más eficaz, mediante la fuerza del dolor.

Con frecuencia recibe a quienes lo buscan para confesarse, amigos, muchos desconocidos y en la mayoría de los casos, sacerdotes.

No es un hombre triste. Su sonrisa, aunque un poco marchita por los sufrimientos, descubre siempre su fe, su hombría y su confianza en Dios.

En compañía de una sobrina, se pasa las horas resolviendo crucigramas o jugando al ajedrez, en partidas interminables en las cuales prefiere las fichas negras, porque dice que las blancas traen mala suerte. Querrá tal vez simbolizar la etapa amarga por la cual transcurre su existencia.

Mañana, quizá muy pronto, será la bienaventuranza, cuando se cancelen todos sus dolores y lo que él ha vivido y predicado aparezca, ya no en espejo y en adivinanza, sino en la verdadera realidad de los cielos.