Amigos a tiempo completo

Armonía entre fe y cultura

Autor: Padre Gustavo Vélez Vásquez (Calixto)

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Luis Fernando gastó sus primeros años de sacerdocio frecuentando una universidad romana. De allí regresó con una idea más amplia de Iglesia, con muchas teorías en la cabeza y tres cajas muy pesadas de libros. Valga la verdad que aún no ha tenido tiempo de colocarlos en el anaquel de su cuarto.

Primero se encargó de la catequesis en un colegio de religiosas. Fue asesor de un movimiento apostólico y más tarde, lo que hace tiempos anhelaba: Profesor universitario. Pero no es solamente la cátedra y la preparación de clases hasta muy entrada la noche. También la consejería, la visita a las familias de sus alumnos, el grupo de reflexión... Los domingos, cuando las monjas de su capellanía le dan vacaciones, tres misas muy concurridas en la parroquia de un barrio que apenas comienza a nacer.

Toda la teología que sorbió en el seminario y en Roma ha sufrido una metamorfosis en su mente. Hubo necesidad de desmontarla, pieza por pieza, como si fuera una enorme maquinaria y volverla a armar lentamente, en compañía de sus alumnos y de sus feligreses del domingo.

El sentido de la fe, la razón de la existencia, el Reino de Dios, la gracia, las verdades eternas han sido revestidas de otro lenguaje, no traído desde lejos, sino encontrado en las comunidades a las cuales dirige su enseñanza.

Esto no ha sido un trabajo agradable. Tuvo que renunciar a muchas cosas y otras tantas veces se sintió atacado en lo más íntimo de su fe y de sus convicciones.

No le fue ajena la crisis de identidad, pero de allí renació con una fe humilde y un sacerdocio-servicio que lo hace asequible a todos los que se le acercan.

Luis Fernando tiene el don de decir las cosas más elevadas con palabras muy simples y de mostrar la cara amable y simpática del evangelio.

Descubre cada día una armonía perfecta entre fe y cultura, entre revelación y ciencia, entre Evangelio y justicia. Explicar a muchos esta concordancia es el reto primordial de su vida.

Tiene rostro de profesional, cara de pocos amigos, pero cuando se acerca a los demás sabe reír con alegría espontánea y se siente hermano de la gente. Después de diez años de servicio, jamás le ha pesado haberse metido en esta aventura del sacerdocio.

Algún día lo podremos encontrar, mientras llena de gasolina su motocicleta. Siempre apurado, porque va a llegar de nuevo tarde a la Universidad.