Valor redentor de nuestros sufrimientos

Autor: Gustavo Daniel D´Apice

Webs del autor en: catholic.net y Dialogando

Fuente: Ediciones "Dialogando"



3. Comentario breve a la Salvifici Doloris.

III. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO.

9. Ante el sufrimiento se realiza una pregunta acerca de la causa: “¿Por qué?”, o “¿Por qué a mí?”.

Y una pregunta acerca de la finalidad: “¿Para qué?”.

Son, en último término, preguntas acerca del sentido (metafísicas).

Estas preguntas hacen que el sufrimiento humano sea propiamente tal, distinto del de los animales y las plantas.

Solamente el hombre, cuando sufre, sabe que sufre, y se pregunta el por qué y para qué sirve. Y sufre humanamente más si no encuentra respuestas satisfactorias, pudiendo caer en la angustia, la desesperación, las ansias de no vivir, la inutilidad de la vida.

Son preguntas semejantes a la de “¿Por qué existe el mal?”, que es la causa objetiva del sufrimiento, esa carencia de un bien que debería estar y no está. (Recordemos que el sufrimiento es el efecto subjetivo en la persona del mal objetivo que se presenta. En última instancia, esta última pregunta también, en cierta forma, se interroga por el motivo del sufrimiento humano.

Para un ser humano es difícil contestar esas preguntas. También lo es para Dios.

Generalmente, esas preguntas, y más en situaciones límites y/o de desamparo, esas preguntas van dirigidas a Dios (aunque “no exista”).

Y estas preguntas al Creador por parte de su creatura, traen muchas veces conflictos en esa relación, cuando no la negación total de su existencia.

En efecto, si la creación es un reflejo maravilloso de la obra creadora de Dios, y hacia Él conduce, el sufrimiento y el mal son una piedra de tropiezo (un “escándalo”) para relacionarnos con Él.

Y más cuando vemos tantos sufrimientos sin culpa y tantas culpas sin penas adecuadas.

10. Sin embargo, Dios espera la pregunta y la escucha. Veamos en la Revelación del Antiguo Testamento: En el libro de Job encontró su expresión más viva.

Es un hombre justo que sufre sin culpa alguna. Pierde sus bienes y su familia. Al final él mismo padece una grave enfermedad.

Entonces vienen a visitarlo tres viejos amigos, que tratan de convencerlo de que, si está en esa situación, seguro que es un castigo de Dios por alguna falta grave que cometió (primera y elemental respuesta a la pregunta sobre el sufrimiento). Es la pena por el pecado cometido.
(La culpa se perdona con el arrepentimiento). Es la justicia de Dios ( el “karma” de los orientales). Para ellos sólo existe como respuesta al sufrimiento este “sentido moral” de la justicia divina, que premia a los buenos y castiga a los malos ya desde aquí.

Y, para explicar esto, parten de distintos textos del Antiguo Testamento. Dios es el Creador y nos hace participar de esa bondad como creaturas. Infligir ese orden, transgredirlo, es una ofensa al Hacedor.
Esto técnicamente se denomina “pecado”.

Al mal moral corresponde el castigo adecuado para garantizar el orden creacional. De aquí se deriva una verdad fundamental para todo creyente: Dios es un Juez justo que premia el bien y castiga el mal.

En esta opinión se encuentra la conciencia moral de la humanidad (o el inconsciente colectivo de Jung): El orden moral objetivo requiere una pena por la transgresión, a fin de recuperar ese orden.

Aquí aparecería el sufrimiento como “un mal justificado”. Es castigo de Dios por el pecado.

11. Sin embargo, Job contesta a esa respuesta con su propia experiencia: Nada malo ha hecho, y le sobrevienen todos los males juntos... No merece castigo, toda su vida está llena de obras buenas y de amor a Dios...

Al final del libro, Dios mismo reprocha a los amigos de Job por acusarlo, y reconoce que él no es culpable. Sufre inocentemente.

Entonces, si bien el orden al que se refiere la primera respuesta, basado en la justicia, no está desvirtuado, tampoco se puede hacer una aplicación ingenua y superficial de él.

Si bien el sufrimiento está unido a la pena merecida por alguna transgresión, NO SIEMPRE ES VERDAD QUE TODO SUFRIMIENTO SEA CONSECUENCIA DE LA CULPA Y TENGA CARÁCTER DE CASTIGO.

Es el caso de Job, en el que sufre un inocente que no tiene culpa de nada. No es castigado, a pesar de que sufre duramente.

Dios “permitió” el sufrimiento de Job.

Para “probar” su santidad, si era realmente fiel y amaba a Dios a pesar de todo, y no solo cuando le iba bien.
Es una segunda respuesta al sentido del sufrimiento).

Sin embargo, el libro de Job no es la última palabra sobre el sentido del sufrimiento humano.

De alguna manera preanuncia la pasión de Jesús.

Pero argumenta suficientemente en el sentido de que la respuesta del sentido del sufrimiento no está unida solamente al orden moral de la justicia (castigo de Dios (pena) por la transgresión cometida.
Ésta es una respuesta limitada y muchas veces insatisfactoria, rebajando incluso nuestro concepto de la justicia de Dios.

12. El libro de Job manifiesta el “por qué” del sufrimiento.
Muestra que el inocente y el justo sufren, pero no llega a dar una respuesta satisfactoria al problema.

Un tercer sentido acerca del sufrimiento aparece en los libros de la Biblia en el Antiguo Testamento: EL VALOR EDUCATIVO DEL SUFRIMIENTO.

Corrigen y hacen ver la vida de distinta manera.

Llevados con sabiduría, maduran a la persona.

El valor educativo crea la posibilidad de reconstruir el bien perdido en la vida del sujeto, darle profundidad de sentido a su existencia.
Busca consolidar el bien, en las relaciones con uno mismo, con los demás y con Dios.

13. Para encontrar el “por qué” del sufrimiento, debemos mirar al amor de Dios, que es la fuente más rica de respuesta sobre su sentido.

En Jesús encontramos el por qué del sufrimiento en cuanto entrega amorosa por el otro.

Todo sufrimiento tiene sentido si es llevado con amor (“sufrimiento amoroso”), unido al sufrimiento amoroso de Jesús. Él “paga” (sentido 1) nuestras penas por el pecado, es “probado” (sentido 2) en su fidelidad incondicional al plan de Dios, nos “enseña” (sentido 3) cómo llevar y dar sentido al sufrimiento, y redime amorosamente (sentido 4) con su cruz