Signos populares navideños (I)

Autor: Gustavo Daniel D´Apice

Webs del autor en: catholic.net y Dialogando

 

 

El árbol. 

Juan Pablo II ha evangelizado sobre él en sus últimas intervenciones, haciendo referencia al follaje siempre verde del abeto. 

Si buscamos en el diccionario, el abeto pertenece al género de las coníferas, cuyo forraje está siempre verde. 

No buscamos para Navidad un árbol que se seca en invierno o en determinadas épocas del año se pone mustio, sino que tanto el abeto como el pino permanecen siempre verdes, florecidos.

Esto nos lleva al árbol también siempre verde de la cruz, que por medio de Jesús Resucitado no deja de dar frutos de Vida, y de Vida en Abundancia.

Las luces.

Otro signo popular navideño son las luces que adornan nuestro árbol siempre verde de la Cruz. 

Ellas no son más que destellos de la Luz del Cristo Resucitado. 

Así como en la Pascua encendemos el Cirio, y de él toman la Luz los padrinos de los bautizandos, siendo el símbolo de la Luz de Jesús que da sentido e ilumina nuestro camino, así también las luces del Árbol Navideño son destellos de la Luz de Cristo Resucitado que da sentido e ilumina nuestra existencia.

Los regalos. 

Jesús es el Gran Regalo del Padre. 

El Regalo Prometido, como reza el título de un conocido film, aunque con distinto significado. 

Por eso nos hacemos regalos los unos a los otros. Son pequeños regalos y atenciones que participan del Gran Regalo del Padre. 

Así como el Padre se fijó en nosotros para darnos lo mejor que tenía y lo que más podía satisfacernos, así también nosotros nos fijamos en nuestros hermanos para obsequiarles cosas que puedan disfrutar entregadas con amor.

Los compramos con dinero de nuestros bolsillos, pero el Gran Regalo del Padre no se puede comprar con nada. Es puro Don del Dios Celestial.

El pesebre.

El pesebre fue creación de Francisco de Asís, alrededor del año 1100.

Pertenece al género de los auto-sacramentales, esas representaciones evangélicas que sirven para instruir en la devoción y en la fe. 

Algunas son con movimiento, vivientes, como los Vía Crucis y Pesebres o Belenes vivientes. 

Otros son estáticos; otras son representaciones en pinturas hechas de distintos modos o en distintos lugares, como los vitrós o los dibujos de los misioneros.

Se empleaban principalmente para evangelizar a aquellos que no sabían leer ni escribir, o que no entendían el idioma.

Hoy han quedado incluso para las personas cultas y formadas, que no cesan con ellos de crecer también en la fe y en la devoción.

De allí que es interesante explicar el significado de cada figura a fin de evangelizar en la familia principalmente que se reúne y entre los fieles en general.

Por supuesto que la figura excluyente es el Mesías que puso su morada entre nosotros.

Luego María y José, sus papás virginales que nos acompañan en la contemplación del Enviado del Padre.

Los Ángeles (Lc. 2, 9), mensajeros de Dios para los miembros del Pueblo Elegido, que conocían la revelación y las promesas, prefigurados en los pastores (Lc. 22, 15).

También los astros del universo se conmueven y se acercan atraídos instintivamente por el Rey y Señor de todo, y una estrella (Mt. 2, 10), simple instrumento natural, sirve para indicar a los magos de oriente, encargados de escrutar los astros, el nacimiento de un ser excepcional que colmará sus expectativas de salvación. 

A tal punto que, después de adorarlo en la gruta de Belén, y ofrecerle incienso como a Dios, oro como a Rey, y mirra como a hombre mortal que nos salvará con su pasión, cambian sus caminos por el encuentro con el Mesías esperado (Mt. 2, 15 ss.)

Por último, el burrito y el buey. Responden a la cita de Isaías 1, 3, donde el Profeta dice que el buey conoce a su amo, y el burrito a aquel que le da de comer, pero que el Pueblo de Dios no conoce a su Señor.

Queda como mensaje que, así como el burrito y el buey, seres sin inteligencia, conocen a sus dueños y a quienes los alimentan, nosotros también conozcamos a Aquél que es nuestro Dios y Señor, nuestro amo que tiene Providencia sobre nosotros.