Sagradas Escrituras

Autor: Gustavo Daniel D´Apice

Webs del autor en: catholic.net y Dialogando

Fuente: Ediciones "Dialogando"



La Palabra Biblia viene del griego, Biblos, ciudad donde se hacían los papiros en Grecia para la escritura. Significa “los libros”, y es una pequeña biblioteca, compuesta, para el cristiano católico, por 46 libros del Antiguo Testamento, y 27 libros del Nuevo.
Algunas ediciones traen 47 libros en el AT, porque separan el capítulo 6 de Baruc, secretario del profeta Jeremías, y lo colocan como “carta de Jeremías”.
Los libros bíblicos comenzaron a escribirse alrededor del siglo X a.C., en la corte del Rey Salomón, donde había lugar para el ocio (el “otium” griego), la lectura y la escritura. En la corte del hijo del Rey David comienza, por lo tanto, también la actividad literaria.
Los lugares principales de los hechos bíblicos, son principalmente la Antigua Mesopotamia, hoy compuesta por Siria, Irak e Irán, la actual Israel, la Península Arábiga y Egipto, para los hechos del Antiguo Testamento.
Para los hechos del Nuevo Testamento, se agregan los territorios conquistados por el griego Alejandro Magno, y en tiempos de Jesús ocupados por el Imperio Romano, que abarcan prácticamente la actual Europa, el norte de África y las Islas Británicas.
En el imperio, por lo tanto, se hablaba la lengua griega, impuesta por Alejandro, que en 10 años, entre el 333 y el 323 a.C., realizó sus conquistas, comenzando cuando sólo tenía 23 años. Existía el griego “culto” y el griego “popular”. Éste último se utilizaba cotidianamente en el imperio, y su nombre era “koiné”.

Cánones de la Biblia..

Los judíos tenía dos cánones o conjunto de libros del AT:
Un canon corto, el de Palestina, escrito en hebreo, con 39 libros.
Un canon largo, el de Alejandría, escrito en griego, con 46 libros. Éste era utilizado por los judíos que vivían diseminados por el Imperio, fuera de Israel, y que ya no hablaban el hebreo.
Los siete libros que se agregan al “canon corto” se llaman “deuterocanónicos” (nuevos en el canon), y son: Judit, Tobías, I y II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc. Y algunos trozos de Daniel y Esther.
La versión griega se llama también de los “Setenta”, porque se le atribuye a 70 sabios que la tradujeron al griego alrededor del siglo II aC.
Los cristianos utilizaron enseguida esta traducción, ya que, extendidos por todo el imperio, hablaban la koiné. Y el NT cita esta versión griega.
Para diferenciarse de los cristianos, los judíos, recién en el siglo II dC, adoptaron el canon corto de 39 libros.
Los hermanos separados de occidente, inspirados por Martín Lutero, también se remitieron, desde el s. XVI, al canon corto de Palestina, agregando a él los 27 libros del NT, por lo que su versión de la Biblia es de 66 libros, traducida por los geniales biblistas Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, versión que, con leves modificaciones, conservan hasta el día de hoy.
Se caracteriza porque no tiene introducciones ni notas, pero sí abundantes concordancias bíblicas.
En ausencia de Biblia católica, con toda tranquilidad se puede usar esta versión, ya que no traiciona los textos originales. Lo único es que no va a contar con los 7 libros Deuterocanónicos.
En el siglo IV, en el Imperio ya no se hablaba más el griego clásico ni el popular. La lengua era el latín. Latín culto en las cortes, latín popular en el pueblo. La Iglesia adopta el latín popular como su lengua, hasta el día de hoy. El Papa San Dámaso, por lo tanto, en el s. IV, pide a San Jerónimo, el más grande lingüista y hebraísta de su tiempo, y el más grande biblista de todos los tiempos, que traduzca la Biblia al Latín. Compone entonces el tercer canon, llamado la “Vulgata”, por traducir los libros del hebreo original al latín vulgar (que hablaba el vulgo) de su tiempo. La Iglesia continúa manteniendo la pronunciación del latín vulgar en la edición típica de sus documentos y en el Canto Gregoriano, sencillo y simple, que vino a reemplazar las pomposas Misas de los clásicos (Mozart, Bach, Beethoven), que colocaban la atención de la gente en su magnificencia más que en el misterio que se celebraba.
Las Biblias católicas son fácilmente reconocibles por sus notas e introducciones. Además poseen el nombre del Censor eclesiástico que revisó la traducción y “Nihil Obstat”, y el “Imprimatur” del Obispo que autoriza su publicación.
La más adecuada actualmente a nuestra idiosincrasia y comprensión, es “El Libro del Pueblo de Dios. La Biblia”, traducida por los biblistas platenses Levoratti y Trusso, y revisada por el exégeta porteño Luis H. Rivas, profesor actual de Biblia en la UCA. Es la usada en los nuevos leccionarios litúrgicos para la Misa.

Ediciones ecuménicas.
Siguiendo el pedido del Concilio en la “Dei Verbum”, hay ediciones ecuménicas de la Biblia, realizadas por exégetas católicos y evangélicos. La edición más común es “La Biblia de Estudio. Dios habla hoy”, editada por las Sociedades Bíblica Unidas, y que es vista con agrado por el Consejo Mundial de Iglesias Evangélicas y por la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM). La versión conjunto del Nuevo Testamento se llama “Dios llega al hombre”.
La Biblia de estudio tiene abundantes notas, introducciones, mapas, cuadros, text6os paralelos y concordancias. Viene con o sin los libros deuterocanónicos.

Complementos de ayuda bíblica.
Hay libros con los textos del día y pequeños o grandes comentarios exegéticos y/o espirituales. Los más conocidos son los de los p. Rivas y Gergolet, para los días domingos, fiestas y solemnidades. También hay comentarios feriales.
Recordemos que la Iglesia católica, igual que la evangélica metodista, divide la lectura bíblica en los Ciclos Dominical y Ferial.
A su vez. El ciclo dominical se divide en 3: Año A, B y C. En tres años, los domingos, se leen las partes más significativas de la Biblia.
El leccionario ferial, va de lunes a sábado, y se divide en par e impar: En dos años, se leen, en los días de semana, las partes más significativas de la Biblia.

En las librerías, hay mapas y Atlas geográficos e históricos que son de gran ayuda para el estudio bíblico.
También existen Sinopsis de los tres primeros evangelios, ya que pueden verse en columnas paralelas los textos que concuerdan en los tres primeros evangelios.
Sinopsis: del latín, ver de un vistazo.

Libros “apócrifos”.
Son libros del tiempo y estilo bíblicos, pero que no entraron en el canon. Son importantes por su valor histórico y literario, y algunos hechos de la tradición eclesiástica se refieren a ellos. Los más significativos del NT son los Evangelios a los Ebionitas, el de los Egipcios, el de los Hebreos, el de Tomás, el de Pedro, el Protoevangelio de Santiago y los Hechos de Pilato.
Como Apocalipsis, tenemos el de Adán y Eva, el de Enoc, el de Moisés, el de Esdras.
Como vemos, tanto en los apócrifos como en los inspirados, se utilizaba la PSEUDONIMIA: Colocar un seudónimo, un nombre de alguien conocido e importante al libro, para darle mayor fuerza y trascendencia. Era un procedimiento muy utilizado en esos tiempos, y no denotaba falta de honestidad, como sería en la actualidad.

Concordancias, textos paralelos, notas, introducciones.
Las concordancias son textos que concuerdan entre sí. Un texto más claro aclara otro más oscuro que se relaciona de alguna manera con él, y que puede estar en el mismo o en otro texto bíblico, ya sea del Antiguo o del Nuevo Testamento.
Los textos paralelos son idénticos por poseer la misma fuente y transmitirlas de la misma manera.
Las notas a pie de página aclaran los textos, pero no son inspiradas como el texto bíblico.
Tampoco son “inspirados” los títulos y subtítulos, ni las introducciones, concordancias y textos paralelos.
Todo esto ha sido colocado por los exégetas para facilitar su estudio y comprensión.
Lo mismo se puede decir de los capítulos y versículos, que fueron colocados recién en el siglo XVI, para facilitar la búsqueda y estudio de los textos, ya que habían sido escritos de corrido, sin títulos, subtítulos, capítulos ni versículos. Sólo el nombre bajo el cual figuraba el libro.
Tampoco son “Magisterio de la Iglesia”, aunque deben estar de acuerdo con él para ser aprobados.

Divisiones.

La Biblia se divide en dos grandes bloques: El Antiguo y el Nuevo Testamento. Éstos, a su vez, en 4 partes cada uno: El AT contiene el Pentateuco, los libros históricos, los proféticos (4 mayores y 12 menores) y los sapienciales. El NT contiene los Evangelios, los Hechos, las Cartas y el Apocalipsis.