Los pecados capitales, el velatorio cristiano y los instrumentos de penitencia.

Autor: Gustavo Daniel D´Apice

Webs del autor en: catholic.net y Dialogando

 

a) Hace poco, me preguntaban quién inventó los pecados capitales...

Los pecados capitales no los inventó nadie. 

Simplemente los hacen los varones y las mujeres de todos los tiempos. 

Capital viene de "cabeza". Se los llama así porque son "cabeza" de los otros pecados.

Además, se interconectan entre ellos.

La gula trae aparejada la lujuria, ésta la avaricia (hermana de los celos y de la envidia), la avaricia atrae a la tristeza, ésta a la cólera, de ella se deriva la acedia o la pereza, y finalmente tenemos la vanagloria y el orgullo o la soberbia.

Todo pecado tiene su raíz aquí. Incluso, trate de colocar las prohibiciones de Moisés en cada uno de éstos, y va a ver que lo logra.

Los pecados capitales no son más que una constatación moral de las acciones pecaminosas de los hombres vistas desde su raíz, en la reflexión bimilenaria de la Iglesia cristiana.


b) Otra cuestión que me era presentada es sobre el velatorio de los muertos:

Siempre ha sido una práctica cristiana el velar a los muertos, acompañarlos en su partida hacia la Casa del Padre.

Teológicamente, no se sabe el momento en que el alma se desprende del cuerpo.

¿Cuál es el momento de la muerte? ¿La muerte cerebral? ¿La muerte cardíaca?
El Magisterio de la Iglesia deja al criterio de la ciencia el estudio y respuesta a estos interrogantes.
La muerte teológica se produce en el momento en que el alma se separa del cuerpo. 

Y ésto se produce momentos más o menos después de la muerte física.

El velar cristiano es acompañar el tránsito de esa alma desde su morada corporal a la morada celestial. Podríamos decir que, al estar todavía el alma de la persona dentro de su cuerpo muerto, nos escucha, agradece nuestra compañía y oración, y se desprende con más suavidad y menos conflictivamente de su morada terrenal.


c) Con referencia a ciertos instrumentos de penitencia que, sin saber su nombre, son descriptos y observados en el museo del venerable fraile sanjuanino, Justo Santa María de Oro, en el Colegio Santa Rosa de Lima.

La cuerda que remata en varias cadenas o nudos, se llama disciplina, y con eso se castigan la espalda (aún hoy en algunas Congregaciones Religiosas o fieles cristianos que desean aumentar los ya tantos sufrimientos de esta vida, uniéndolos a los de Jesús, que también sufrió voluntariamente), por breve o no tan breve espacio de tiempo. 

Las monjas carmelitas, que generalmente son las que los confeccionan, recomiendan flagelarse "por un espacio no mayor al de un Ave María".

Segundo: Algunos describen algo así como “una muslera de metal” ; no es tal, aunque denota un espíritu futbolero o deportista notable.

Se llama "cilicio". Son alambres terminadas en punta a cuyos costados generalmente penden dos cuerditas, una de cada lado. El "instrumento" se coloca en la axila, apretando, y con los dos cordeles se ata del otro lado del pecho, debajo de la otra axila, cosa que va apretando debajo del brazo con sus puntas. Depende de la persona y de su asesor espiritual el tiempo en que se lo deja durante el día. Generalmente no debe estorbar la libertad en la labor cotidiana.

Que Dios nos bendiga, y que todos podamos ser un poquito más parecidos a Jesús, precisamente para el bien de cada uno y de la sociedad toda.