El Congreso Eucarístico Nacional

Autor: Gustavo Daniel D´Apice

Webs del autor en: catholic.net y Dialogando

 

Sabemos que la Eucaristía es la fuente y la cumbre de toda vida espiritual cristiana, y que junto con el Pan de la Palabra son y han sido veneradas siempre con el mismo fervor (DV 21; CEC 103).

La Iglesia Católica en Argentina ha convocado, desde el 2 al 5 de septiembre del año 2004, al décimo Congreso Eucarístico Nacional, a celebrarse en la ciudad de Corrientes.

Puede llamarnos la atención el lugar, suponiendo otros mucho más importantes, pero se ha dado una muestra, entre otras cosas, de federalismo nacional sin exclusiones ni marginaciones a priori.

Habrá un lema, que está tomado de las Palabras de Jesús en los Evangelios, cuando los apóstoles les dicen que la multitud que Lo sigue está hambrienta y la despida, para que vaya a saciar su hambre en sus casas. “Denles ustedes de comer”, fue la respuesta de Jesús (Mt 14,16; Mc 6,37; Lc. 9, 13), y ahora lo es como lema para el Congreso Eucarístico.

Jesús se lo dijo a los Apóstoles, y ahora los Obispos nos lo dicen a todo bautizado: Nosotros tenemos que saciar el hambre, tanto de la Palabra de Dios como de las necesidades materiales de nuestros hermanos, multiplicando la solidaridad y la justicia social, así como Jesús multiplicó los panes en ese momento, anticipando el gesto eucarístico de la Última Cena con sus discípulos.

Pero el Lema no es lo más importante en un Congreso. 

Lo más importante y lo que más desvela al momento de colocarlo, consultando aquí y allá a peritos y especialistas y a todo el Pueblo Santo de Dios, es el TEMA. Los Obispos argentinos han decidido que sea: “Eucaristía: Reconciliación y Solidaridad”. Alrededor de él deben girar los encuentros catequísticos y evangelizadores de esos días, la Palabra de Dios y sus comentarios, la adoración eucarística y las preces, las celebraciones litúrgicas y las conferencias, en esa que va a ser una multitudinaria concentración cristiana.

1. La eucaristía, como sabemos, es un misterio de comunión. No sólo por el hecho de “comulgar”, sino porque ese comulgar nos une a Jesús, Pan de Vida, y con Él nos sumerge en la Trinidad; y también nos une a todos los hermanos cristianos que comen de ese mismo pan en cualquier parte del universo (Jn. 17,21).

2. Pero para esta unión eucarística (con Dios y los hermanos) es necesario, de acuerdo al tema, ser un varón o una mujer reconciliados. ¿Qué quiere decir esto? Estar en paz con Dios, con los hermanos, con uno mismo, y con el medio ambiente que nos rodea (lo ecológico).


El hombre (varón y mujer) reconciliado, puede vivir el misterio de comunión con Dios y los hermanos.

3. Pero, siguiendo el tema propuesto y que va a dar para muchísimo más, esto no queda ahí: El hombre reconciliado, que vive unido a Dios y a sus hermanos, es un varón y una mujer solidario. Produce obras de solidaridad y de justicia social. Revoluciona la sociedad (en el sentido de que infunde un cambio de 180 grados en la apreciación de sus estructuras económicas, políticas, sociales, religiosas).


El hombre reconciliado es sensible con aquellos que sufren. Se entrega generosamente al servicio de los demás, comparte la palabra y sus bienes, escucha y se deja ayudar.

E infunde en las estructuras de que hablábamos en el párrafo anterior, el que sea “posible repartir y compartir de un modo más justo y solidario los bienes que Dios nos ha dado a todos los argentinos”(CEA, convocatoria), “buscando un proyecto que beneficie a todos, y, en primer lugar, a los más pobres, desocupados e indigentes”, y no a unos pocos

Todas estas necesidades tenemos que satisfacer. Por eso el Señor ahora nos dice a nosotros: “¡Denles ustedes de comer!”. Veremos que tan bien lo hacemos.