Obispos Latinoamericanos: Hacia la Gran Misión Continental

Autor: Gustavo Daniel D´Apice

Webs del autor en: catholic.net y Dialogando

 

Los obispos reunidos en la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y El Caribe del 13 al 31 de Mayo en Aparecida, Brasil, quieren impulsar una renovación de la acción de la Iglesia. Todos sus miembros están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos tengan vida en Él. En continuidad creativa con las anteriores Conferencias de Río de Janeiro, 1955; Medellín, 1968; Puebla, 1979; y Santo Domingo, 1992, han procurado en comunión trazar líneas para proseguir la nueva evangelización a nivel regional.

Ellos expresan, junto con el Papa Benedicto XVI, que el patrimonio más valioso de la cultura de nuestros pueblos es “ la fe en Dios Amor ”. Quieren iniciar una nueva etapa pastoral , para proponer el Evangelio de Cristo como camino a la verdadera vida que Dios brinda a los hombres, en diálogo con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres, y asumen “la gran tarea de custodiar y alimentar la fe del Pueblo de Dios, y recordar también a los fieles de este Continente que, en virtud de su bautismo, están llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo.

Así se mira la realidad con ojos contemplativos e iluminados por la fe y un corazón lleno de amor, se proclama con alegría el Evangelio de Jesucristo para iluminar la meta y el camino de la vida humana, y se buscan, mediante un discernimiento comunitario abierto al soplo del Espíritu Santo, líneas comunes de una acción realmente misionera, que ponga a todo el Pueblo de Dios en un estado permanente de misión.

De esta manera elaboran un mensaje en el que la primera parte se titula La vida de nuestros pueblos . Ese capítulo primero, que tiene el tono de un himno de alabanza y acción de gracias, se denomina Los discípulos misioneros . Inmediatamente sigue el capítulo segundo, el más largo de esta parte, titulado Mirada de los discípulos misioneros hacia la realidad, con una contemplación teológica y pastoral de la realidad que a la Iglesia le toca vivir, haciendo un balance de los signos positivos y negativos.

La segunda parte lleva como título La Vida de Jesucristo en los discípulos misioneros. Indica la belleza de la fe en Jesucristo como fuente de Vida para los hombres y mujeres que se unen a Él, la alegría de ser llamados a anunciar el Evangelio, la vocación a la santidad que hemos recibido los que seguimos a Jesús, la comunión de todo el Pueblo de Dios y de todos en el Pueblo de Dios, y el diálogo ecuménico, el vínculo con el judaísmo y el diálogo interreligioso; por fin, se plantea un itinerario que considera la riqueza espiritual de la piedad popular católica, una espiritualidad trinitaria, cristocéntrica y mariana de estilo comunitario y misionero, y variados procesos formativos, con sus criterios y sus lugares según los diversos fieles cristianos, prestando especial atención a la iniciación cristiana, la catequesis permanente y la formación pastoral. Aquí está una de las novedades, que busca revitalizar la vida de los bautizados para que permanezcan y avancen en el seguimiento de Jesús.

La tercera parte ingresa plenamente en la misión actual con el título La vida de Jesucristo para nuestros pueblos, considerando la Vida nueva que Cristo nos comunica.

Con un tono evangélico y pastoral, un lenguaje directo y propositivo, un espíritu interpelante y alentador, un entusiasmo misionero y esperanzado, una búsqueda creativa y realista, el Documento quiere renovar en todos los miembros de la Iglesia , convocados a ser discípulos misioneros de Cristo, “ la dulce y confortadora alegría de evangelizar ” (EN 80). Llevando las naves y echando las redes mar adentro, desea comunicar el amor del Padre que está en el cielo y la alegría de ser cristianos a todos los bautizados y bautizadas, para que proclamen con audacia a Jesucristo al servicio de una vida en plenitud para nuestros pueblos. Con las palabras de los discípulos de Emaús y con la plegaria del Papa en su Discurso inaugural, el Documento concluye con una oración dirigida a Jesucristo: “ Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado ” (Lc 24,29). (cfr. Mensaje Final)