Los sacerdotes, ministros de la gracia

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

En la exhortación apostólica “Ecclesia in Europa”, Juan Pablo II brinda una preciosa definición de la Iglesia: “la Iglesia es el canal a través del cual pasa y se difunde la ola de gracia que fluye del Corazón traspasado del Redentor”. 

 

La Iglesia está subordinada a Cristo; es el canal, pero no la fuente. El manantial es Jesucristo, que difunde a través del Espíritu el torrente de vida que proviene del Padre. De su corazón traspasado brota esa inmensa ola que renueva todas las cosas, y nos introduce en la intimidad trinitaria de Dios. 

 

El canal es necesario para que el agua llegue; pero lo que sacia la sed, lo que hace surgir la vida, es el agua. Por eso, la Iglesia se sabe perpetuamente subordinada a Dios; en total dependencia de Jesucristo, su Cabeza y Señor: “lo humano está ordenado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, lo presente a la ciudad futura que buscamos”, expresa, con certeras palabras el Concilio Vaticano II.

 

Las tentaciones insidiosas del activismo y del desaliento que, con frecuencia, asechan a los cristianos de hoy, sólo pueden ser vencidas desde la conciencia lúcida de esta primacía de la gracia. 

 

En la Iglesia existe un sacramento que nos recuerda de modo permanente esta principalidad de lo divino: el sacramento del Orden Sacerdotal. El sacerdote es, en este canal de la Iglesia, ministro de la gracia. Actúa “in persona Christi Capitis”, en la persona de Cristo Cabeza de la Iglesia. En virtud del sacramento recibido, hace y da lo que por sí mismo ningún hombre podría jamás hacer ni dar. Ante todo, actualizar en la Santa Misa el sacrificio del Señor en la Cruz y reconciliar, en el sacramento de la penitencia, a los hombres con Dios.

 

La Eucaristía y el perdón no provienen de nosotros, sino de Dios. Los sacerdotes, ministros de la gracia, nos recuerdan permanentemente su indisponible condición de dones. La Iglesia recibe agradecida estos regalos de su Señor para que, a través de ella, lleguen a todos los hombres.

 

© Guillermo Juan  Morado. 

18.Noviembre.2003.