Excomunión en Nicaragua 

Autor: Padre Guillermo Juan Morado



El triste caso de la niña nicaragüense de nueve años, embarazada a raíz de 
una violación, y a quien, por decisión de sus padres, se le practicó el aborto, ha sido mediáticamente utilizado no sólo para defender el recurso al aborto, sino también para criticar a la Iglesia Católica.

Sin ningún fundamento se atacó a los obispos de Nicaragua por un supuesto 
"decreto de excomunión" contra los padres y contra los médicos que habían 
practicado el aborto. Se pretendió dar la imagen de una Iglesia fanática y cruel que añadía de ese modo un agravio a quienes ya habían sido agraviados 
de sobra. El arzobispo de Managua, Cardenal Obando y Bravo, ha salido al 
paso de esa infundada campaña precisando que "ningún obispo ha decretado la 
excomunión", sino que, en este doloroso caso, los obispos se limitaron a 
pedir a los médicos que hicieran lo posible para salvar a la niña y para salvar también la vida del ser que tenía en su vientre.

Los partidarios del aborto saben muy bien que en la Iglesia encuentran una 
voz a favor de la vida humana y, por eso mismo, contraria a todo lo que atente contra la misma: la guerra, la pena de muerte y, por supuesto, el aborto. Para defender el valor de la vida y para oponerse al crimen abominable del aborto, el Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983, afirma en el canon 1398 que "quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae", es decir, incurre en la pena desde el mismo momento de cometer el delito, sin que sea necesaria la intervención de la autoridad eclesiástica decretando la excomunión. No obstante, esta disposición canónica contempla diversas circunstancias eximentes o atenuantes de la imputabilidad.

Si la disciplina de la Iglesia castiga el delito de aborto con una pena canónica es con la finalidad de salvaguardar el valor de la vida, en un momento en el que ni la sociedad ni las leyes amparan el derecho a la vida de los más débiles de entre los débiles: los niños concebidos y aún no nacidos. Y es que siempre, en situaciones como ésta, casi todos terminan olvidando que el concebido es un ser humano, un ser inocente, una vida que también merece ser protegida.