¿Derecho a la vida?

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

 

El reciente caso del niño de Avilés, a quien no se le ha permitido nacer a 
pesar de contar con más de siete meses de gestación, ha puesto en el 
candelero, una vez más, la cuestión del aborto. En este tema se entrelazan 
aspectos jurídicos y morales, incluso religiosos.

No faltan voces que quieren hacer de la decisión de abortar una “cuestión 
privada”, ante la cual la sociedad como tal debería limitarse a oír, ver y 
callar. Pero si la sociedad no puede intervenir en el problema del aborto, 
¿por qué habría de hacerlo, por ejemplo, en el de los malos tratos?

Es imposible callar. Hay que hablar y hay, sobre todo, que hacer, y hacernos, preguntas: ¿Qué razones pueden avalar la eliminación directa de la vida de un no nacido, máxime si no peligra con su nacimiento la integridad física de la madre? Los médicos nos dicen que el dilema “real”, más allá de la retórica pro-abortista, entre la vida del niño y la vida de la madre se plantea, de hecho, muy pocas veces.

Es frecuente también demonizar a los críticos del aborto acusándolos de emplear “argumentos religiosos”. Es obvio que el rechazo del aborto no depende necesariamente de argumentos religiosos. No obstante, ¿por qué se excluyen “a priori” este tipo de razonamientos con el pretexto de que vivimos en un Estado laico? ¿Tiene tal vez el Estado una doctrina propia en las cuestiones de la vida y de la muerte? ¿Es función del Estado proporcionar visiones sobre estos problemas? ¿Son, acaso, más “imparciales” los argumentos laicistas que los argumentos “religiosos”? ¿Por qué? ¿No es, quizá, una forma de censura el descalificar un argumento porque quien lo sostenga parta de una comprensión religiosa del mundo?

La separación entre moral y derecho no debería tampoco exagerarse. Es posible, y deseable, criticar lo legal desde lo moral. E igualmente criticar, por razones morales, lo que uno percibe en conciencia que no debe ser. Si no sirve de base para exigir justicia la convicción moral de que jamás se puede atentar contra la vida de un ser humano inocente, entonces ¿qué nos queda? ¿En razón de qué protestar ante la pobreza, la explotación, el terrorismo... si no se puede alzar, desde la moral y las convicciones que ésta engendra, una voz en contra del aborto?

Y una última pregunta: en el caso desdichado de Avilés, ¿quién ha sufrido 
más? Por lo de pronto, todos, menos el niño, siguen vivos. Él es el único 
que ni siquiera podrá contarnos su sufrimiento.