Copito de Nieve

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

La muerte de Copito de Nieve, el famoso gorila albino del zoo de Barcelona, ha tenido una enorme repercusión mediática. Se habla y se escribe de su enfermedad, de su muerte por eutanasia, de su incineración... El animal no ha muerto en el anonimato; no ha sido una víctima sin rostro; no ha sido “uno más”; sino él, Copito. Su “fallecimiento” ha motivado una elegía y un coral “último adiós”.

En el panegírico sobre el gorila difunto, no suele faltar el adoctrinamiento sobre los “derechos de los animales”. ¡Todos llorando a Copito y citando a Singer! El filósofo de la “Animal Liberation”, Peter Singer, ha calado profundamente en las mentes de las “plañideras” de nuestros días. La lógica de este pensador abruma: Es posible, a la vez, llorar a un gorila y defender el aborto o el infanticidio. En una entrevista concedida en 1996, Singer afirmó que si comparamos la vida de un chimpancé con la de un bebé con problemas cerebrales, hay que reconocer un mayor “significado moral” al chimpancé. ¡Viva el utilitarismo!

Naturalmente, una cosa es predicar y otra dar trigo. Refiriéndose a su propia madre, muerta en el año 2000 después de padecer de Alzheimer, Singer explicó que, aunque ella había sido un miembro de la Sociedad para la Eutanasia Voluntaria y que ya no estaba mentalmente consciente, él no se sentía preparado para dar el paso de terminar con su vida. Es decir, el utilitarismo universal falla cuando chocamos de frente con nuestras obligaciones y motivaciones personales. Un cosa es aceptar que se experimente con niños y, otra, entregar al laboratorio al propio hijo.

Me apena la muerte de Copito; pero no olvido que se trata de un gorila. 
Comprendo que tenemos responsabilidades en relación con los animales; pero también que éstos no tienen derechos. No tengo dudas si hay que elegir sobre el “significado moral” de un bebé, nacido o por nacer, y el de un simio. No creo que se pueda practicar la eutanasia a un enfermo, como se la han aplicado a Copito. ¡Ay, pobre de mí, qué solo me voy a quedar sin Singer!