Compromiso político y respeto de la vida

Autor: Padre Guillermo Juan Morado



La carta pastoral de Mons. Burke, hasta hace poco Obispo de La Crosse y 
actualmente Arzobispo de Saint Louis (Missouri), sobre "Compromiso político y respeto de la vida" plantea un tema de interés y de actualidad. En vísperas de las elecciones es conveniente pensar que los católicos no pueden separar su compromiso de fe de su compromiso político. Hay que ser católicos a la hora de ir a Misa el domingo y hay que seguir siéndolo a la hora de votar. La aconfesionalidad del Estado no puede equivaler, para un católico, a la falta de coherencia con su fe. La Palabra de Dios, luz que ilumina nuestra vida, ilumina también nuestra responsabilidad en el campo político. 
La necesidad de coherencia resulta todavía más urgente cuando lo que está en 
juego es el respeto a la ley moral natural, establecida por Dios en la creación. No hay, en este sentido, que tener complejos. Nadie se manifiesta en contra de la prohibición de robar o en contra de la esclavitud, por el hecho de que los mandamientos y la moral evangélica condenen una cosa y la otra. La ley civil no siempre coincide con la ley moral. Más aún, a veces la contradice abiertamente. Por eso, los cristianos estamos llamados a ser una "comunidad de conciencia", que sabe que por encima de la ley civil está la ley moral. No podemos capitular en el esfuerzo por defender la dignidad de la vida humana; de toda vida humana. La defensa de los derechos humanos se convertiría en una ilusión si el derecho a la vida no fuese respetado y defendido. No podemos apostar por una sociedad que permita las exclusiones. 
Ninguno debe ser excluido; tampoco los no nacidos, los ancianos o los enfermos. La vida es un bien fundamental y el derecho a la vida es un derecho primero y fontal, condición de los otros derechos. Un católico debe optar de modo consecuente por la vida: apoyando a los pobres y a los marginados, buscando la justicia, sin ceder a la tentación de sucumbir ante una falsa compasión que llevase a eliminar a los que sufren. Tanto los ciudadanos católicos como, de modo especial, los políticos católicos, han de oponerse a toda ley contraria a la vida. No se pueden apoyar leyes injustas, por más que estén respaldadas por la mayoría. Si es imposible modificarlas de raíz, al menos hay que apostar por limitar los daños que esas leyes injustas ocasionan. Para todos los católicos este esfuerzo se traduce en un positivo esfuerzo por trabajar en favor de una sociedad que promueva la dignidad de la vida. La mentalidad anticonceptiva es un perverso aliado de la cultura de la muerte, un aliado al que hay que combatir. La forma 
anticonceptiva de pensar debe ser sustituida por la opción por la planificación familiar natural. No debemos ser, los católicos, ciudadanos acomplejados. La aconfesionalidad del Estado no puede significar, para cada uno de nosotros, la separación en nuestra conciencia entre fe y vida, entre fe y opción política. Como creyentes sabemos que el orar por la vida, acudiendo a la intercesión de Santa María, es la primera obligación de quienes quieren apostar por el Evangelio de la vida, que es el Evangelio de Jesucristo, la Buena Noticia que hace libre al hombre.