Bush y el aborto, ¿una ley insuficiente?

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

El presidente de Estados Unidos, George Bush, firmó la ley que prohíbe el aborto por nacimiento parcial. ¿Es suficiente una ley que prohibe el aborto solamente en etapas de gestación avanzada?


La legitimación del aborto supone uno de los mayores males de nuestra civilización, si no el mayor de todos. Que el asesinato de un ser humano inocente sea presentado como un "derecho" constitucional o como un "avance" social es, sencillamente, aberrante. Que la mejor ayuda que se le pueda proporcionar a una madre en apuros, sea ayudarle a eliminar a su hijo constituye la más triste de las paradojas.

En la época del desarrollo de la embriología como ciencia, cuando resulta posible practicar operaciones quirúrgicas prenatales y una sencilla ecografía permite ver a la pequeña persona que se está desarrollando, parece increíble que se siga justificando teóricamente, y se siga amparando legalmente, un procedimiento tan bárbaro, y tan injusto, como el aborto.

Por eso se convierte en una prometedora iniciativa, sin duda aún insuficiente, la ley firmada recientemente por el Presidente de los Estados Unidos, George Bush, prohibiendo el aborto del feto en "gestación avanzada", tres meses después de la concepción. No es todo, pero es algo. Y algo muy importante, teniendo en cuenta la absoluta libertad con la que el aborto es practicado en los Estados Unidos, en cualquier momento del embarazo, y el carácter especialmente cruento del llamado "aborto por nacimiento parcial", que no es más que un atroz infanticidio.

A pesar de alegrarnos por este primer paso, no podemos olvidar que sigue en pie la vía libre para abortar, sobre todo durante los tres primeros meses de gestación. Uno se pregunta, entonces, por qué se puede matar a un no nacido de dos meses y veintiocho días y no a un no nacido de dos meses y treinta y un días... ¿Dónde está la diferencia? ¿Cuándo se ha producido el misterioso cambio que hace que un ser humano, al que no se le reconoce el derecho a la vida, comience a ser objeto de protección frente al intento de asesinarlo impunemente?

Porque ahí, en la impunidad, en el apoyo de las leyes, en la colaboración de los profesionales de la medicina, reside gran parte del carácter odioso del aborto. Es un crimen del que, en este mundo al menos, no hay que dar cuentas. Más aun, es un crimen del que se hacen cómplices instancias que, de oficio, deberían velar por la salvaguarda de los derechos de los inocentes.

Estas reservas no empañan la oportunidad y la importancia de la restricción -parcial, sí, pero significativa- que supone la ley del Presidente Bush, haciendo frente a las protestas de tantos "liberales" y, seguramente también, de tantos matarifes que engrosan sus cuentas bancarias con el macabro, pero lucrativo, negocio del aborto. Ojalá que el aprecio por la vida, que esta iniciativa legal hace patente, si bien aún tímidamente, se extienda a otras áreas de la política norteamericana y que en un mañana no lejano Estados Unidos lidere la puesta en práctica de la abolición definitiva de la pena de muerte y contribuya, de modo más claro, a la creación de un mundo más justo, más igualitario y más pacífico.

Llegará un día en el que las clínicas abortivas se convertirán en una especie de siniestros museos del holocausto, para ser visitadas con el mismo estremecimiento, con idéntico horror, con el que hoy se visita Auschwitz o la Isla de los Esclavos en Senegal. Mirarán hacia atrás nuestros sucesores y se asustarán de nuestra barbarie, y aun más de nuestros silencios cómplices.