Apostolicidad en la Eucaristía y la Iglesia

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

 

La Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía, afirma Juan Pablo II en el tercer capítulo de Ecclesia de Eucharistia. La relación tan estrecha que existe entre ambas realidades permite que se prediquen de la Eucaristía las propiedades que en el Credo se predican de la Iglesia: Una, santa, católica y apostólica. 

¿Qué significa que la Iglesia es “apostólica”? Siguiendo el Catecismo, el Papa explica tres sentidos de esta expresión:

La Iglesia es apostólica, en primer lugar, porque está edificada sobre el fundamento de los Apóstoles, testigos escogidos y enviados por Cristo. 

En segundo lugar, la Iglesia es apostólica porque guarda y transmite la enseñanza de los Apóstoles.

En tercer lugar, la Iglesia es apostólica porque los Obispos son los sucesores de los Apóstoles, los continuadores de su ministerio pastoral.

De modo semejante, la Eucaristía es “apostólica”. Se celebra en continuidad con la acción de los Apóstoles; en conformidad con la fe transmitida por ellos; y presidida por aquellos que, en virtud del sacramento del orden, participan del ministerio pastoral. 

Se da, por consiguiente, en la Iglesia, una unión entre el don de la Eucaristía y el don del sacerdocio. El sacerdocio ministerial recuerda permanentemente a la Iglesia su dependencia de Cristo, su Cabeza y Señor. La prioridad de Cristo sobre su Iglesia se pone de manifiesto en la incapacidad de ésta para darse a sí misma la Eucaristía e, igualmente, el ministerio ordenado. 

Es el Señor quien se ofrece a Sí mismo en el Sacrificio eucarístico, uniendo a su entrega la entrega de la Iglesia. Por consiguiente, el sacerdote, en la Santa Misa, no obra a título personal, sino “in persona Christi”; es decir, en la identificación sacramental con Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote. 

La principalidad de Cristo hace también que la comunidad cristiana no pueda darse a sí misma el sacerdocio, sino que ha de recibirlo como un don de su Señor a través de la sucesión episcopal que se remonta a los Apóstoles. En ambos casos se pone de manifiesto que la Iglesia no se autoedifica, sino que es una creación de Dios. 

El Santo Padre extrae las consecuencias que de la apostolicidad de la Eucaristía se derivan para la actividad ecuménica, para la vida sacerdotal y para la pastoral vocacional. Las acciones ecuménicas han de evitar toda ambigüedad que desfigure la naturaleza de la Eucaristía. El ministerio sacerdotal encuentra en la Eucaristía su centro y su cumbre; más aún, su razón de ser. 

De esta centralidad de la Eucaristía para la vida de los sacerdotes y de la Iglesia, deriva su papel en la pastoral de las vocaciones sacerdotales. Ninguna solución de urgencia - forzosamente provisional - motivada por la escasez de ministros ordenados, debe hacer olvidar la necesidad de la Eucaristía y, en consecuencia, del sacerdocio ministerial. 

La función insustituible del sacerdocio ministerial “no significa menoscabo alguno para el resto del Pueblo de Dios, puesto que la comunión del único cuerpo de Cristo que es la Iglesia es un don que redunda en beneficio de todos” (Ecclesia de Eucharistia, 30).