Los padres, los primeros educadores 

Autor: Padre Guillermo Juan Morado 

 

 

El Gobierno de España pretende acometer una reforma del sistema educativo mediante la “Ley Orgánica de Educación”. Diversas asociaciones de padres, colectivos de profesores, y la misma Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, han manifestado sus reservas críticas ante el contenido del Proyecto de Ley. 

¿A quién le corresponde educar? ¿Quién es, ante todo, responsable de la educación de los niños y jóvenes? La Iglesia católica recuerda que “los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos”. Por medio de la educación, los padres transmiten a sus hijos la vida moral, espiritual y sobrenatural. El derecho y el deber de la educación son, para los padres, “primordiales e inalienables”. 

Si se respeta este derecho de los padres, el papel del Estado no puede ser comprendido como una función de sustitución, sino como una función de ayuda, orientada a asegurar que los padres puedan cumplir su misión educativa. La familia tiene el derecho a gozar de la libertad necesaria que le permita educar a los hijos “de acuerdo con sus propias convicciones morales y religiosas”. 

Este derecho de los padres y de las familias se basa, como todos los derechos fundamentales, en la dignidad de la persona humana. El poder político tiene la obligación de respetar esos derechos, que son anteriores a las decisiones de los Parlamentos. El Estado tiene, por consiguiente, la obligación de respetar la libertad religiosa de los ciudadanos, no sólo absteniéndose de obstaculizarla, sino promoviendo positivamente su ejercicio. 

La enseñanza de la Religión en la Escuela se apoya en estos derechos fundamentales: el derecho a educar a los hijos en conformidad con las propias convicciones y el derecho a la libertad religiosa. El Estado está al servicio de la persona, para facilitar su desarrollo y crecimiento. Y al progreso de las personas ha de orientarse la búsqueda del bien común. 

Para educar, no basta con transmitir destrezas técnicas, o conocimientos teóricos; es preciso, también, comunicar “razones para vivir y razones para esperar”. Al Estado no le corresponde dar estas razones, sino permitir que cada persona las descubra y las encuentre por sí misma. Recortar la libertad de esta búsqueda es caminar hacia el totalitarismo.