El Papa mistagogo

Autor: Padre Guillermo Juan Morado     

 

 

La providencia de Dios me ha permitido estar presente en la Plaza de San Pedro, el domingo 24 de Abril de 2005, para participar en la Santa Misa de Inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma Benedicto XVI. Ministerio “petrino” porque el Papa es el Sucesor de Pedro, que ha recibido de Cristo la misión de apacentar a su grey. En toda la celebración, y de modo muy destacable en la predicación, el nuevo Papa se ha revelado como un auténtico “mistagogo”. Benedicto XVI nos ha tomado de la mano a cada uno de los fieles allí presentes para conducirnos a contemplar la belleza de la salvación de Dios realizada en Cristo.  

En la Antigüedad cristiana dos acciones eclesiales tenían especial relieve: la “catequesis” y la “mistagogia”. La “catequesis” era la enseñanza autorizada que el maestro dirigía a los catecúmenos, que se preparaban para el bautismo. La “mistagogia” era la iniciación, la introducción de los neófitos, de los recién bautizados, en los misterios del cristianismo.

¿De qué “misterios” se trataba? Los misterios no eran solamente realidades “ocultas” para los paganos, sino que sobre todo los “misterios” eran las obras salvadoras que Dios había realizado en favor de los hombres enviando a su Hijo. Los misterios se concentran y se personalizan en Jesucristo. Él es en persona, y de modo singular por su Pasión, Muerte y Resurrección, el Misterio de Dios; es decir, la manifestación del plan salvador del Padre, plan que hasta entonces había permanecido oculto, tal como San Pablo lo expresa en la carta a los Efesios: “El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra” (Efesios 1, 8-10).

La función del “mistagogo” era la de portar, guiar e introducir a los bautizados en las cosas ocultas, en las realidades sagradas, en los “misterios”; es decir, en el Misterio de Cristo que se actualiza en los signos sacramentales de la Iglesia , de modo especial en la Eucaristía.

Benedicto XVI ha ejercido esta función mistagógica. El Papa ha sido, en la Misa de Inauguración de su pontificado, un excelente mistagogo. Él nos ha llevado de lo visible a lo invisible, de los signos al significado de los mismos. Su homilía nos ha exhortado a acoger la palabra de Dios y a ponerla en práctica mediante la vía mistagógica de la explicación e introducción en los ritos de la Liturgia.  

Tres signos han sido objeto de la explicación del Papa: el canto de la letanía de los santos, el palio y el anillo del pescador. Con una maestría propia de los Padres de la Iglesia , el Papa Benedicto nos ha ido guiando para que pudiésemos cruzar el umbral de lo externo a lo interno, de lo que nuestros ojos ven y nuestros oídos oyen a las realidades del mundo futuro que ya ahora pregustamos anticipadamente en la fe.  

El canto de la letanía de los santos (las “Laudes Regiae”) sustituía al canto de entrada de la Misa. En lengua latina se pedía a Jesucristo, por la intercesión de Santa María y de todos los santos, que ayudase a la Iglesia y al Romano Pontífice: “Santa María, San José, San Juan Bautista... Ayudad a tu Iglesia, ayudad al Papa”. Esta acción litúrgica, el canto de las letanías, explicaba el Papa en su homilía, manifiesta una realidad profunda: “el que cree no está nunca solo”, estamos siempre “rodeados, conducidos y guiados por los amigos de Dios”. Más aún, nosotros mismos, los bautizados, formamos parte de esta gran familia de los santos, porque el Señor nos ha hecho nacer por el Bautismo y nos alimenta y nos hace semejantes a Él por la Eucaristía. Una realidad sensible - el canto - expresa una realidad invisible: el misterio de la Iglesia como asamblea de los santos, vivificada por el agua bautismal y por la Eucaristía.  

El palio es el segundo de los signos que el Papa ha explicado. El palio es una insignia episcopal, que los Papas portan desde el siglo IV, confeccionada con lana de corderos y de ovejas; es una banda ancha y larga, de color blanco, con cinco cruces rojas, que el Papa lleva sobre la espalda, por encima de la casulla. ¿Qué significa este signo? Benedicto XVI ha hecho sobre el palio una hermosa catequesis, profundizando de este modo en las lecturas bíblicas de la Misa. El simbolismo del palio es rico. Remite, en primer lugar, al yugo de Cristo, que carga sobre su espalda el Obispo de Roma. El yugo de Dios es la voluntad de Dios, que no oprime ni esclaviza, sino que dona la verdadera alegría. Pero el palio es también imagen de la oveja perdida que el Pastor rescata en el desierto para conducirla a las aguas de la vida. Ese Pastor es Cristo, que nos lleva sobre sus espaldas. Pero es a la vez un signo de que hemos de llevarnos los unos a los otros. El palio es, igualmente, símbolo de la misión del pastor, que no puede ser indiferente ante el hecho de que tantas personas habiten en los desiertos exteriores e interiores, donde falta la vida, porque falta la relación con Dios. El palio es, en definitiva, símbolo de Cristo, el Cordero inmolado, que confía a Pedro, y ahora al Papa, la tarea de apacentar a sus ovejas; es decir, la tarea de amar a la grey estando dispuesto a sufrir por ella (cf Jn 21, 15-19).  

El tercer signo es el anillo del pescador, el anillo con la imagen-sello de San Pedro y de la barca con las redes, que el Papa lleva en el dedo anular de su mano derecha. Es el sello que autentifica la fe y significa la tarea confiada a Pedro de confirmar a sus hermanos (cf Lc 22, 32). Pedro es el apóstol-pescador que, fiándose de la palabra de Cristo, echa las redes y recoge la pesca milagrosa (cf Jn 21, 3-14). El Papa Benedicto XVI comentaba así, mistagógicamente, el sentido de este signo: el pescador de hombres es aquel que porta a los hombres “fuera del mar salado de todas las alienaciones hacia la tierra de la vida, hacia la luz de Dios”.  

De lo visible a lo invisible, de los signos al significado, de los símbolos al Misterio... La letanía de los santos, el palio de lana, el anillo del Pescador... El misterio de una Iglesia que es asamblea de los redimidos, de los portados sobre la espalda de Cristo el Buen Pastor, de los rescatados de los mares sin vida por la pesca realizada por aquel Apóstol que echó las redes fiándose de la palabra del Señor. Ayer, en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto, el mistagogo de la fe, nos introducía de la mano en el misterio, invitándonos – con palabras de Juan Pablo II - , a no tener miedo, a abrir de par en par las puertas de nuestro corazón a Cristo, para encontrar así la verdadera vida.