El misterio del Papa 

Autor: Padre Guillermo Juan Morado

 

 

A Juan Pablo II le llaman ya “el Grande”. Su muerte ha supuesto para los católicos, e incluso para toda la familia humana, un acontecimiento próximo, cercano, en el que uno se siente involucrado y personalmente concernido. Si siguiese vigente la canonización por aclamación popular, el papa sería ya “San Juan Pablo el Grande”. 

¿Cuál era el misterio del Papa? ¿Cómo se explica su capacidad de atraer a tantas personas en todo el mundo? Sería bueno que se intentase responder a estos interrogantes. Para algunos se trata de un fenómeno mediático. Un “Papa estrella”, dicen; un maestro de la comunicación que ha conseguido alcanzar una resonancia planetaria. Otros apuntan al papel jugado en la historia reciente: el Papa de la libertad; el que derrota el comunismo. Otros destacarán, en fin, su defensa de los derechos humanos, su apertura a los hombres de otras religiones, su compromiso en favor de los débiles. 

Todas estas dimensiones encierran seguramente un punto de verdad. Pero profundizar en el “misterio” del Papa exige cruzar el umbral, pasar del fenómeno al fundamento, de lo que aparece a lo que es. Y es en este nivel de profundidad donde encontramos la razón última de su fascinante personalidad. 

En el Papa advertimos una coherencia, una integridad, una armonía entre el fondo y la forma que nos eleva por encima de la prosaica mediocridad de nuestros días. Este resplandor de lo eterno que resplandece en la vida y en la muerte del Papa se llama “testimonio”. Se llama también “santidad”. La noche del mundo se ve iluminada de vez en cuando por la luz de los santos. A través de ellos Dios sigue manifestando, también hoy, su cercanía a los hombres.