El orgullo de ser burro

Autor: Gloria Leticia Sánchez García

Resulta que un día, un burrito llegó muy triste al lado de su mamá (porque resulta que los burritos tienen la capacidad de comunicarse entre sí) y ésta le preguntó al verlo, por qué estaba tan cabizbajo. —Oye, mamá, dijo el burrito, es que siento tan feo escuchar eso que dicen los hijos del campesino... —¿Qué dicen, hijito? contestó la mamá.

—Eso que tanto oigo, “eres más burro que los burros”, “no seas burro”; cuando alguien no pone atención o comete un error le dicen “qué burro eres”. El otro día que me paseaba cerca de la escuela rural, vi por la ventana cómo le ponían a un niño unas enormes orejas de papel, simulando que eran de burro y sólo porque no se había aprendido la lección. Cuando el hijo del campesino no hace la tarea, la maestra le pone sellos con caritas de burro. Eso me pone tan triste, por qué mamá?, es acaso que no nos quieren?, es que somos tan malos animalitos del Señor?, dime, mamá, por qué?...

La señora burrita, lamiendo la quijada de su burrito, le dijo en la oreja: —No, mi burrito, no estés triste. —Ay, mami, yo no sé como puedes estar feliz si tú también oyes esas cosas, ¿que tú no sientes feo que nos humillen a nosotros los burros, de esa manera?

—Mira burrito, sí oigo todo eso, pero sabes qué?, en lugar de ponerme triste me da risa, los humanos a veces no saben apreciar bien y luego ocurre que no dan a las cosas el nombre correcto. Yo estoy orgullosa de pertenecer a la familia asnal.

—Pero mami, yo hasta me siento apenado de ser un burro y tú te sientes orgullosa de serlo...

—Mira, pequeño, te voy a contar el por qué me siento tan orgullosa. Nosotros somos unos de los animalitos más cercanos a Jesús. La Biblia nos menciona..., a ver dime, cuándo la Biblia habla de un gato o una cebra?

—Hace muchos años, en el tiempo del rey Herodes se dispuso que todos los habitantes de Judea se tenían que empadronar en sus lugares de origen, y sabes? fue uno de nuestros hermanos burros quien tuvo el honor de llevar en su lomo a la misma Virgen María que llevaba en su seno al Hijo de nuestro Padre Dios. Cuando el sagrado Niño nació, ese mismo burrito le dio calor en el pesebre, allá en Belén. Tiempo después Herodes dio la orden de matar a todos los niños nacidos en Belén, menores de 2 años, porque este monstruoso rey trataba de matar al buen Jesús. Entonces José avisado en sueños tuvo que huir con María y el bebé Jesús, a Egipto. Y sabes, mi burrito, hicieron este viaje, ni nada menos ni nada más, que en aquel burrito. Tiempo después, cuando Jesús ya era grande, escogió ser llevado por uno de nuestros congéneres burros, cuando hizo su entrada triunfal en Jerusalén, a los pocos días lo llevaban a su muerte... ¡Ay, burrito, cómo me hubiera gustado estar ahí para ayudarlo con su pesada cruz...!

—Ahora, dime burrito, ¿cómo no vamos a estar orgullosos de los de nuestra raza?

El burrito, entornó sus ojitos pensando, y luego de reflexionar un poco, con alegres trotes salió al camino gritando, “¡Soy un burrito, soy un burrito y me siento amado y escogido por Jesús!”

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Y tú, amigo lector, también te sientes amado y escogido por Jesús, si no es así, has reflexionado en por qué Jesús asumió el sacrificio de la cruz? Te has puesto a pensar en que fue porque te ama y que de alguna manera te ha escogido para la salvación de tu alma?