El barco

Autor: Gloria Leticia Sánchez García 



Se cuenta que el más cariñoso de los padres, preparándose para el cumpleaños de su hijo, ideó fabricarle un barquito a escala muy bien construido. Escogió cuidadosamente las maderas, el pegamento y la pintura que habría de emplear. Se hizo de algunos planos y todas las noches, cuando su pequeño hijo se iba a dormir, el padre se metía en su taller a trabajar en la elaboración de aquel barquito que tanto le entusiasmaba regalar a su niño. Se llenaba de entusiasmo de sólo pensar en su carita de alegría y en las horas que su niño pasaría jugando con él.

Al fin llegó el día del cumpleaños, después de darle un apretado abrazo y un beso muy tierno, condujo al niño hasta su taller. El niño sorprendido miró un gran paquete que de inmediato desenvolvió y no pudo más que gritar de contento y abrazar a su papá, agradeciendo aquel hermoso barquito, tan bien hecho y pintado de azul, su color favorito.

Lo llevó primero a botarlo a la fuente, qué lindo se veía ahí flotando, pero él quería ver que su barquito se moviera por sí sólo, así que pensó llevarlo al arroyo que pasaba no tan lejos de su casa. Ahí pasó feliz muchas horas, depositaba el barquito en un tramo estrecho y luego corría a esperarlo cerca de una curva que daba el arroyo. Pero ocurrió que de repente su barquito se atoró entre unas ramas y nuestro amigo, al querer librarlo no pudo impedir que su barquito se fuera más allá y ya no lo pudo alcanzar, la corriente se lo llevó.

Con mucha tristeza y lágrimas en los ojos, volvió a su casa donde le contó a su padre lo ocurrido. El papá consolándolo, lo tuvo en sus brazos hasta que se quedó dormido.

Pasado algún tiempo, cuando el papá volvía del trabajo, miró hacia un escaparate y cuál fue su sorpresa que justo ahí en exhibición, estaba el barquito de su hijo. Sí, aquel barquito que él había fabricado, igualito, pintado de azul, no lo podía creer, ¡era su barco!... Sin pensarlo mucho entró en aquella tienda y le dijo al comerciante que ese barco era suyo, que él mismo lo había hecho. –Pues lo siento amigo, pero si lo quiere lo tendrá que comprar. –Y ¿cuánto quiere por él?, preguntó el papá. Y después de convenir cierta cifra, el padre que amaba tanto a su hijo, pagó otra vez por esa pieza que él mismo había fabricado, para rescatársela.  

¿A caso ésto no nos hace pensar en el Creador? Él nos hizo, sin embargo tuvo que pagar por nosotros, con su propio Hijo, para rescatarnos de las garras del pecado.  

Lo escuché del Padre Nacho