Confianza

Autor: Gloria Leticia Sánchez García



Cierto día en el bosque se empezaron a escuchar los graznidos de las aves que emigraban del norte, traían la noticia de que un fuerte huracán se acercaba a pasos gigantes. Daban la voz a los animales del bosque para que se previnieran y tomaran sus precauciones.

Los animalitos de la tierra, como conejos, ratones y zorras, se ocultaron en sus madrigueras. Las ardillas pronto se internaron adentro de los troncos huecos de los árboles donde vivían. Los ciervos se concentraron en unas grutas compartiendo con osos, panteras y otros. En circunstancias como esas el fuerte dejaba de atacar al débil y todos cooperaban con todos para sobrevivir.

Las aves se apretujaban entre las ramas de los ahuehuetes y de los árboles más tupidos, para protegerse de las inclemencias del huracán.

En un árbol, un poco más apartado y solitario una pajarita había fabricado su nido y se dedicaba a traer comida a sus dos polluelos que impacientes la esperaban y que, como iban creciendo más y más, requerían cada vez de mayor cantidad de alimento. La pajarita cada vez se iba a lugares más retirados para cumplir con su tarea de alimentar a sus críos, pues esa era su única labor en ese tiempo, y ella cumplía muy bien su tarea desde que el sol salía y hasta el atardecer. Su único fin era criar unos pajaritos muy fuertes y sanos que se pudieran valer por sí mismos pronto.

Cuando la pajarita escuchó a lo lejos el graznido de las aves noticiosas, empezó a ver que el cielo se tornaba más que gris, casi negro. El viento empezó a soplar de una manera feroz y amenazadora, ya no se oía ningún piar, ningún rugido, todos los animales habían enmudecido y sólo se escuchaba el viento rabioso que parecía arrasar con todo lo que encontraba. La pajarita se metió dentro de un hueco en el tronco de un árbol.  

Allá en el nido, los pajaritos también escucharon al viento y sintieron que el nido se mecía cada vez más fuerte. También vieron que el cielo se ponía gris y que ya no se escuchaba más el canto de las aves. Uno de los polluelos preguntó al otro: “¿por qué todo está diferente hoy?”, el otro polluelo le contestó somnoliento: “no lo sé hermanito, lo único que yo sí sé es que mamá vendrá”, y cerrando sus ojitos se volvió a dormir.  

Bendito el sueño de aquel que dentro suyo, experimenta el don de la paz, de estar en bien con Dios, con su prójimo y consigo mismo. Depositémonos en las benditas manos de nuestro Señor y pidamos a la Santísima Virgen que nos cubra con su manto.