Sacramento de la Reconciliación

Autor: Gloria Leticia Sánchez García

 

 

Un pobre hombre esperaba con humildad la fila para poderse confesar, dudaba mucho de qué podía decir en la confesión, pues consideraba que su comportamiento no era tan malo y se removía de un lado para otro sin saber de qué acusarse, en tanto su mirada se detuvo en la imagen de Cristo en la Cruz. A medida que el tiempo pasaba sus ojos se hacían largos y se empezaban a llenar de humedad al mirar ese gran sufrimiento y dolor de nuestro Señor, que sufrió tanto por cada uno de nosotros.

Su tiempo de entrar en el confesionario llegó y no pudo borrar de su mente al crucifijo que tanto lo había conmovido y empezó su confesión de la siguiente manera:

-Yo me acuso padre… de que no he amado lo suficiente a Dios, porque si de verdad lo amara mucho… no me hubiera peleado con mi mujer ayer por la tarde. No me hubiera pasado indiferente ante aquellos campesinos que pedían ayuda. No me hubiera callado cuando vi cómo hablaban mal de mi compañero y amigo. Hubiera ido a ver a mi suegro enfermo en vez de irme a la cantina. Hubiera regado las plantas con una cubeta y no con la manguera. Hubiera leído cuentos a los niños en vez de ponerles la televisión para que no dieran tanta lata. Hubiera comprado más despensa en lugar de comprarme las botas que nunca uso. Si yo amara más a Dios, vendría a verlo más seguido y no sólo cuando me siento triste. Hablaría más con Él para decirle que lo quiero. Hablaría más de Él a todos. Lo defendería cuando oigo que le faltan al respeto. Me acercaría más a la Iglesia para dar algún servicio…

Si yo amara más a Dios… escucharía más atentamente a las personas que me hablan. Me haría más conciente de todo lo que pasa a mi alrededor, como prestar atención a mis vecinos, saludarlos, decirles algunas palabras. Escucharía más a mis hijos y a mi mujer y conviviría más con ellos. Barrería el frente de mi casa sin quejarme tanto…

Pero como todo eso no lo hago… por eso digo que no amo lo suficiente a Dios y me duele mucho…y de eso me acuso… Al terminar, gruesas gotas de lágrimas cayeron de su ojos y el sacerdote al darle la absolución le dijo –“Esta ha sido una de las mejores confesiones que he escuchado, vete en paz hijo mío”.  

Esta es una confesión inventada, pero el propósito es reparar en nuestra conducta, si cada uno de nosotros amaramos más, mucho más a Dios… no lo ofenderíamos tanto.