Carta a los cristianos

Qué haría Cristo?

Autor: Padre Gerardo Moreno

 

 

            La conversión: cambio de vida, de rumbo desde Dios, es un camino que dura toda la vida. Continuamente debemos ir transformando nuestra vida e ir configurándola con Cristo hasta el punto que podamos decir: Señor, Jesús, mi vida es tu vida. El camino no es fácil, pero el mismo Jesucristo nos ha dicho que estará con nosotros hasta el final de los tiempos. 

            En la medida que profundizamos en el seguimiento de Cristo y nos hacemos sus discípulos, vamos comprendiendo mucho más el camino recorrido de Cristo, pues, quien habla en nombre de Dios debe estar dispuesto a asumir las consecuencias de la fe. Además, el mensajero, el profeta de Dios siempre experimentará rechazo y crítica no sólo de los que no aceptan su mensaje, sino también de su misma gente; Jesús, el Señor, estuvo dispuesto a asumirlo. La pregunta es necesaria: ¿Estamos también dispuestos a asumir las consecuencias de nuestra fe, del mensaje de Dios? O al contrario, ¿preferimos ser indiferentes ante la realidad que nos exige proclamar el Evangelio con valentía? La respuesta la tiene cada uno y debemos dársela a Dios, ya que no podemos ser tibios en la vida cristiana. 

            ¿Qué haría Cristo en tu lugar estimado hermano y hermana? ¿Cómo trataría a las personas que acuden en busca de ayuda? Imagínate por un instante si Cristo ocupara tu lugar ahora mismo: Médico, abogado, ama de casa, catequista, padre y madre de familia, hermano, hijo, pareja, religiosa, sacerdote, ingeniero, secretaria, joven, gerente, educador, arquitecto, trabajador, amigo, colega, estudiante, estimados lector. ¿Qué actitudes tendría Cristo si estuviera en tu lugar? Recordemos lo que  Jesús nos dice continuamente: Si tu hermano peca, llámalo aparte y corrígelo. Esto implica ser sinceros. No te digo siete veces, sino hasta setenta veces siete debes perdonar. La misericordia y el perdón de Dios estarán por encima de toda norma. Vengan a mí los que están cansados y agobiados que yo los aliviaré… Nuestra carga siempre será llevadera con la fuerza de Jesucristo. Su fuerza comienza donde termina la nuestra.  Éstas y muchas enseñanzas más nos da Jesús, el Señor de señores, con su propia vida. Pongamos de nuestra parte para imitarlo sólo a Él, porque el mundo, la gente egoísta, mezquina, envidiosa, chismosa, hipócrita y soberbia se burlan de los que ellas no pueden imitar ni alcanzar en la vida. 

            En nombre de Cristo, terminemos con una oración: Señor, Jesucristo, te pido en este momento que cada día que pasa configure mi vida con tu vida. Que te imite y te siga aunque la gente se burle de mí. Que no devuelva mal por mal. En tu nombre bendigo a quien me maldice, me calumnia, me envidia y me rechaza. Señor, Jesús, que mi vida sea tu vida, mi amor tu amor, mi perdón tu perdón, mis manos tus manos, mi voz tu voz, mi servicio al prójimo tu servicio, mi esperanza tu esperanza, mi fe tu fe, mi ilusión tu ilusión. Toma mis manos para construir, abrazar y levantar. Mi mente para iluminar y crear buenas nuevas. Mi voz para predicarte y proclamar la justicia. Pero sobre todo, Señor, Jesús, toma mi corazón para amar como tú amas, perdonar como tú perdonas, sentir compasión como tú la sientes. Que no juzgue por la apariencia ni hunda a quien cae.  Si algún día, Señor, no sé cómo imitarte y me olvido del prójimo, rompe mi vida y hazla de nuevo. Amén.