¿Dejarás para mañana lo que puedes hacer hoy?

Autor:  Victoria Carmona

Fuente: Gama

 

 

Estaba en el dormitorio escuchando el ruido de la televisión que venía de la sala de estar. En realidad, prestaba poca atención cuando de repente escuché una música de fondo de esas que te remueven un poco las entrañas. No era heavy metal ni nada por el estilo. Muy a mi pesar me estaba dejando llevar por una música dulzona e íntima. Poco después, escuché la voz de un niño que hablaba con mucha soltura, tan entusiasta que no dejaba espacio a que las frases le salieran con naturalidad. Parecía que se le atragantaban. Para todo esto yo ya estaba sentado frente al televisor y lo que vi me dejó boquiabierto. ¡Qué digo! Me quedé anonadado.

Antonio tiene trece años pero su estatura corresponde a uno de cuatro o cinco. No supera el metro de estatura y por su enfermedad sufre sobrepeso. A primera vista parece un chico normal pero hay algo que no va. Antonio sufre la poliomielitis y por eso no puede sostenerse por sí mismo. Sus piernas no le responden. No puede hacer lo que para nosotros es lo más normal y obvio: salir a la calle, golpear una pelota, ¡ni siquiera puede subirse a la cama por sí mismo! Además de sus papás siempre tiene a su lado a sus compañeros inseparables: la silla de ruedas y un cochecito eléctrico con el que “corretea” de aquí para allá.

Para Antonio ninguna de estas molestias es insuperable. Él reconoce que no posee las mismas posibilidades de los demás pero esto le tiene sin cuidado. Es más, le envalentona. Agradece a Dios el don de la vida y sigue adelante. Su mayor ilusión es ser astrónomo y por eso hojea con entusiasmo las páginas de su libro preferido sobre los planetas. Asiste a la escuela estatal y se esfuerza como el que más. Las noches más claras sube al techo de su casa y contempla las estrellas y las constelaciones acompañado por sus padres.

Y todo esto sin poderse mover por sí mismo. ¡Qué no harías Antonio si tuvieses esas dos piernas funcionando a todo vapor!

Y ahora imagínate por un momento a Antonio delante de ti, con su sonrisa de oreja a oreja. Si le preguntaras a bocajarro cuál ha sido su secreto, eso que le ha hecho superar el trauma inicial de no poderse ni siquiera poner de pie, lo que le ha movido a estudiar y a querer llevar una vida “normal”, no me cabe la menor duda de que en su respuesta estaría la palabra esfuerzo o un sinónimo de ella. Bien dice el dicho que «querer es poder» y Antonio lo sabe de sobra.

Apagué el televisor pero esa figura rechoncha y sonriente no desapareció de mi mente. Ha quedado impresa en mi corazón. Y no sólo. También me ha hecho reflexionar. ¡Cuántas veces nosotros, “los normales”, nos dejamos vencer por minúsculas dificultades sin oponer esfuerzo alguno! Un día es un dolorcito en la rodilla, otro una comezón en la oreja, otro…qué se yo. El que más tenga que más ponga. En definitiva, ¡cuántas veces no disfrazamos a la pereza de enfermedad crónica!

Pero en realidad ¿qué es el esfuerzo?, ¿en qué consiste? A raíz de este hecho continué reflexionando y llegué a la conclusión de que no es una receta, ni una pastilla. El esfuerzo es una actitud. Una actitud que se logra minuto a minuto, día tras día. Que implica lucha, coraje por salir de la mediocridad y la rutina del trabajo, de los estudios, del mundo.

No es cuestión únicamente de proponerte una noche antes de irte a la cama que al día siguiente –lunes para más señas– serás más diligente al levantarte. Y en realidad cuando suena el despertador, le das un manotazo, te das la vuelta y a seguir durmiendo tan tranquilo. Te levantarás cuando queden diez minutos para ir al trabajo y le echarás la culpa de tu retraso al tráfico. No. El esfuerzo no casa con los haraganes y sensuales. Es para los valientes como Antonio. Bien lo dice el Evangelio de Cristo que para esto es muy sabio: «de los esforzados es el Reino de los cielos». Y no dudo que Antonio se lo tiene bien merecido.

Ojala tú puedas sentirte tan orgulloso como Antonio y merezcas este regalo. Engánchate positivamente a esta actitud. Que ella sea el motor de tu día, de tu semana, de tu mes. Y comienza desde ahora. ¿Por qué dejarlo para mañana?