Soñar despierto

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

                                          

                

Sueño que llegará el día en que los carros del combate se harán arados y los corazones insolidarios de los hombres se abrirán en beneficio de la paz y de la justicia.

Sueño que el Primer mundo abrirá las puertas de su egoísmo para mirar al Tercer Mundo con benevolencia y misericordia, y se pueda perdonar la deuda externa de los países pobres para que los países pobres puedan invertir sus recursos en su propio desarrollo.

Sueño que los pobres de la tierra encontrarán en nosotros las palabras que necesitan para sumergirse en las moradas del amor, ese dinamismo placentero y animoso que da sentido más auténtico al mundo y a la vida del hombre.

Sueño que se promueva en todos los países una auténtica cultura de la solidaridad que tenga como objetivo la promoción de la justicia y la paz, la educación y la convivencia, el respeto y la educación para todos.

Sueño que algún día los muros que destrozan la igualdad se rompan por encanto y desaparezcan la injusticia y el hambre, todo ello arropado por la vena de la solidaridad.

Sueño que haya miles de voces que griten en nuestro pequeño planeta Tierra: ¡Basta ya, hagamos del mundo la tierra de todos! ¡Basta ya de discriminaciones y marginaciones por causa de la hambruna, la desigualdad y la injusticia!

Sueño que  nuestro corazón  sea el horno que queme nuestro egoísmo, nuestra falta de amor, nuestro olvido más manifiesto por las víctimas del mundo, nuestra vida consumista y anodina en beneficio del progreso y la igualdad... Sueño que la antorcha que brilla en nuestras manos sea símbolo de decisión y compromiso, símbolo del que comparte las lágrimas, la memoria y el dinero.

Sueño que la pobreza, el hambre, la enfermedad y las diversas formas de exclusión que padecen millones de personas desaparezcan del horizonte del mundo y la dignidad de la persona humana se haga realidad en cada rincón de la tierra.

Sueño que la violencia, toda clase de violencia, se borre de la andadura de la tierra y aflore la paz, la única capaz de cimentar las civilizaciones en la belleza, el arte, la educación, la solidaridad, la fraternidad y  el progreso.

Sueño que los violentos, que siembran con sus golpes nuestro pequeño planeta de muerte y odio, abracen a sus víctimas y declaren un manifiesto a favor de la paz y renuncien a la carrera de armamentos que rompe todo intento de los países pobres para salir de su situación.

Sueño que cada uno de nosotros miremos al rostro de los que sufren y no “cerrarnos a nuestra propia carne”, dando paso a la solidaridad y a la colaboración con los desheredados del mundo.

Sueño que el Dios del amor y de la misericordia, manifestado en Jesucristo, nos bendiga y nos alcance   todo cuanto le pedimos, al tiempo que suplicamos que la paz y la justicia sean las alas de un mundo que camine hacia la plenitud, sabiendo que si quieres la paz hay que rechazar la violencia.