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Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                          

                   

Cuentan que un teólogo, conocido mundialmente por sus grandes conocimientos bíblicos y su altura teológica, comentó que su verdadero fundamento espiritual no habían sido los libros ni las grandes teorías de los grandes autores que había estudiado.

 

                El continuamente afirmaba que después de tantos estudios, publicaciones, charlas, conferencias por muchos lugares en el mundo entero, retiros y meditaciones lo único que caldeaba su espíritu y lo llenaba totalmente de una paz indescriptible era el recuerdo de su infancia cuando su abuela le enseñó a rezar y sus ratos de oración en el Sagrario de su Parroquia.

 

                Y aquel teólogo, admirado por sus conocimientos, recordó que lo único que había hecho era volver, volver a su balbuceo religioso y a su primer encuentro con Cristo.