Un soporte para andar

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                

    

En un mundo fragmentado con grandes fisuras a nivel cultural y social, caracterizado por la pérdida de valores tradicionales y de las grandes ideologías que levantaron a las masas en el siglo XX, hay un desafío fundamental en los miembros de esa cultura: ¿dónde cimentar y fundamentar nuestra propia identidad en este tiempo para no sentirnos perdidos y “barcos sin brújula perdidos en el mar”?

 

            La piedra angular debe ser el cimiento que aglutine todas las dimensiones humanas que aparecen en nuestra existencia, tanto a nivel interior de nuestra propia existencia como en los factores exteriores que nos vienen de la propia realidad y cultura.

 

            Hoy, frente a una sociedad tan competitiva y tan brutalmente cambiante, muchos fundamentan su vida en el dinero y el consumo. El dinero les da seguridad y les hace poderosos en esta sociedad, tan brutalmente cimentado en el dólar y en el capital, construyendo del planeta y de sus países un sistema de globalización y de liberalización en favor del mismo capital y de los poderosos del sistema.

 

            Otros fundamentan su vida en la ciencia como la única vía del conocimiento capaz de dar respuesta eficaz al hombre y una construcción sapiencial al margen de la superstición y del retroceso, aunque asistamos a manifestaciones cada vez más pseudo científicas que atentan contra todo nivel no verificable y empírico, dejando al margen grandes dimensiones humanas.

            Pero sinceramente estoy convencido que hay una sola piedra angular que sea capaz de armonizar todos los elementos y dar una cohesión equilibrada al hombre de hoy, sin riesgo a perder nada de si mismo y alcanzar pautas sublimes de perfección y en favor de la solidaridad y de la humanidad misma. Esa dimensión no puede ser otra que la dimensión religiosa.

 

            La dimensión religiosa “religa” al hombre con Dios, el único dador de sentido global último a la vida y da respuesta convincente a mi propio yo, a la historia y a la realidad.

 

            La dimensión religiosa jamás rechaza de cuanto humano hay en la realidad y en el hombre mismo, armoniza la fe y la razón con una alianza no exenta de conflictos pero que las convierte en dos alas en favor de la libertad y de la verdad, da razones para vivir en medio de una cultura cada vez más cambiante y más fugaz, remite nuestra existencia más allá de ella misma dando soporte al ansia de felicidad y de eternidad que tenemos todos los humanos... En definitiva, la única dimensión capaz de serenar el corazón y mantener vivos nuestros sueños, confiando en la humanidad y en el futuro más solidario para los demás.

 

            El sueño de una Europa unidad surgió desde una dimensión religiosa y la religión ha sido el soporte cultural durante siglos, y si hoy solamente anhelamos la “época del euro” por motivos económicos, dudo que este planteamiento tan mercantilista y economicista lleve a los ciudadanos a crecer en pautas de felicidad y de dosis de realización personal.