Un Sagrario viviente

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Un matrimonio cristiano tuvo una hija y vino con dificultades psicológicas y fisiológicas. La niña quedó gravemente dañada.

Sin embargo, el padre repetía continuamente: “Tengo en mi casa un sagrario viviente”.

Aquella niña, toda dependiente del cariño de los demás, sus sentimientos se expresaban nada más que con la sonrisa y el llanto. Aquella niña, sin malicia alguna, necesitaba el amor de su familia para seguir viviendo, sentada en su sillón.

Aquella niña, que para muchos no debería de existir, era un sacramento de Cristo en aquella casa cristiana. 

¡Si eres cuidador de enfermos repite sin cansarte: “Tengo en mi casa un sagrario viviente”