Un enfermo grave

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

Un sacerdote visitaba a un enfermo de cáncer que estaba muy grave. Era realmente un hombre creyente y devoto de la Virgen María, la madre de los enfermos. Aquel hombre respiraba y hablaba con dificultad.

El sacerdote no sabía qué decir y cómo romper la tensión que se crea cuando visitas a un enfermo. Los minutos parecían horas y el silencio un aliado de la soledad.

A los pocos minutos llegó la mujer de este enfermo, saludó al sacerdote y dijo: “Padre, nosotros somos creyentes y no hay un solo día que no ofrezcamos la enfermedad de mi marido al Señor. Él la ha ofrecido para que haya más vocaciones misioneras.

Yo en muchas ocasiones me dirijo al Espíritu Santo y le digo: Espíritu, tú eres el impulso y la fuerza. Manda una pizca de tu lumbre y sana a mi marido. Pero Padre mío, que no se haga nuestra voluntad sino la tuya”.

Entonces comprendió el sacerdote que en aquella casa había acontecido el maravilloso don de la fe y la entrega al Padre.