Silencios intencionados

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

                                       "Cuando lo vieron a distancia, no lo reconocían

                             y rompieron a llorar; se rasgaron el manto, echaron polvo

                             sobre la cabeza y hacia el cielo y se quedaron con él,

                             sentados en suelo, siete días con sus noches, sin decirle

                             una palabra, viendo lo atroz de su sufrimiento"

                                              (Jb 2,12-13)

 

 

En ocasiones el silencio,

el silencio intencionado pero presencia cierta,

fortalece más que las palabras,

las palabras huidizas y ciegas,

que sólo acurrucan inseguridades en el frente

y vaguedades en su centro.

 

El silencio amistoso,

tan profundo como cierto,

tan fugaz como eterno,

llena de amores el dolor

y de luz los huecos.

 

Este silencio rebelde

tan herido como amante,

tan quejoso como ardiente,

estalla de palpitaciones la lágrima

y de mensaje la pena.

 

En ocasiones el silencio,

el silencio combativo pero sin palabras,

benefician más que las palabras,

las palabras lejanas y mudas,

que sólo guardan serenidades al decirlas

y sospechas en sus huecos.