Ricardo

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

 

 

A Ricardo Delgado Vizcaíno,
un gran hombre y un gran cristiano.
 
 
La muerte miró estremecida
el coraje combativo de sus alas,
arañando la vida a raudales
sin mucho ruido, sin mucha pausa.

Deseó poseerte de lleno, mi amigo,
sin acariciar la vida, la plena,
condensada en tu alma, muy adentro,
irradiada hacia fuera, en lo oculto.

La muerte besó tu cuerpo
con mil besos prohibidos hasta entonces,
poseyendo tu pulmón y tu cuello,
sin cansancio, sin mucho viento.

Deseó hospedarte en su mesa, mi amigo,
sin protocolos ni forcejeos, tan humanos,
escondidos en tus rezos, muy vivos,
descubiertos en el lecho, en el pueblo.