Nada esta perdido

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                          

                   

Un misionero contó su maravillosa experiencia: “ Cuando tenía 15 años me separé de la Iglesia y andaba distraído. Mi madre, que era una mujer de fe profunda y gran observadora, callaba ante mi abandono repentino de la práctica cristiana. Yo andaba ocupado en otros menesteres y un día, buscando el momento y el lugar adecuado, me preguntó: “¿Hijo, amas a Dios? Aquella pregunta me dejó perplejo y no sabía qué contestar. Intenté darle respuestas evasivas y sin querer interiorizar mucho en mí. Quise expresarle que la práctica religiosa me decía bien poco. Ella repuso: “No te hablo de la práctica religiosa. Te pregunto si amas a Dios. Te recuerdo que si tú lo abandonas, El jamás lo hará y que Dios te ama por encima de todo. No lo olvides”. Mi madre se marchó y aquella pregunta no me dejaba tranquilo en ningún momento durante años.

 

Al cabo de los varios años en un momento de profundización me pregunté algo realmente increíble: Si Dios me ama, ¿qué podré hacer yo para corresponderle que le agradara de verdad? Y pensé que lo que realmente agradaba a Dios era entregar mi vida al servicio de los demás y hacerlo desde Él. Y a los 19 años ingresé en el Seminario.

No estaba todo perdido para Dios ni para mi madre. Ella era una mujer grande de fe muy profunda.

 

Y esta pregunta se la hago yo a muchos jóvenes hoy al atardecer del Siglo XX que en medio de tantas cosas anhelan y buscan una entrega entusiasta que los saque de su egoísmo y los lance a caminos más auténticos.