Los derechos fundamentales

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

                                          

                   

Y dijo el profeta: Queda decretado de que a ningún hombre ni mujer les sean usurpados sus derechos fundamentales. Cada uno tenga en la sociedad un espacio de dignidad más allá de la posesión, el prestigio y el poder.

 

Queda decretado que cuando el amor invade los corazones todos somos imprescindibles, hasta aquellos que parecen insignificantes y despreciables. Los mejores sentimientos religiosos gestan en el hombre un calor divino que roza lo perfecto y es entonces cuando el Emmanuel entra en lo más íntimo, rompiendo de manera invisible el egoísmo y la insolidaridad.

 

Queda decretado que cada hombre y mujer que vienen a este mundo, en ocasiones con un recorrido tan difícil de digerir y tan duro de transitar, tienen la obligación de sembrar amor y paz en todas las relaciones humanas. Sólo así brillará como una estrella resplandeciente en el peregrinar de la vida, que ha sido dada para ser combatida y ser entregada.

 

Queda decretado que los arpegios del corazón comienzan a danzar cuando detrás de un rostro se vislumbra la belleza de un alma. Detrás de unos ojos y unos labios se esconde el palpitar llameante de una vida, en ocasiones en la punta de un puñal y al borde de un desfiladero, y es esa vida la que necesita ser descubierta y valorada.

 

Queda decretado que la belleza de un rostro pasa y se marchita con los años, las medidas de un cuerpo se rompen muy a menudo, pero es la belleza interior, el encanto de un alma, la que se debe descubrir y valorar, porque la belleza auténtica está en el interior.