La unidad de la Iglesia

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

 

La Iglesia como pueblo de Dios está llamada a vivir la unidad. Desde siempre la tensión entre vivir la comunión y comprender la diversidad ha sido un reto de primera magnitud en la historia de la Iglesia, que ha llevado en ocasiones a rupturas significativas.

San Pablo exhortaba a la comunidad de Corinto con estas palabras: "Os ruego, hermanos en el nombre de Cristo Jesús, nuestro Señor, que os pongáis de acuerdo y que no haya divisiones entre vosotros. Vivid unidos en el mismo pensar y sentir" (1 Cor 1,10). Y, precisamente, estas palabras resuenan con fuerza en este nuevo milenio.

La gran pregunta que muchos creyentes católicos se hacen hoy es ¿cómo vivir unidos en un mismo espíritu, subrayando la posibilidad de diversidad de opiniones ?, ¿cómo ser uno en Cristo Jesús crucificado cuando tantas opiniones nos separan y tantas cosmovisiones se cruzan entre nosotros como un muro "insalvable"?.

La crucifixión de Cristo alcanza a todos los hombres y el símil del cuerpo humano sirve a San Pablo para subrayar la unidad del Cuerpo de Cristo, la Iglesia: "del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos ellos, aún siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo... Vosotros sois el Cuerpo de Cristo y cada uno en particular es parte de él" (1 Cor 12,12.27).

En esta época de división y confusión de grupos dispares dentro y fuera de la Iglesia que aspiran a tener la última respuesta, de una realidad eclesial de división entre Iglesias cristianas y grupos enfrentados ideológicamente, la llamada a la unidad constituye una exigencia de primera magnitud y un reclamo para la Iglesia de este tiempo.