Las riquezas

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

La riqueza genera en el hombre un apego del corazón hacia las posesiones con tal intensidad que le hace anclarse en el egoísmo más primario y en la mediocridad más intensa.

 

En realidad ocurre algo curioso: la riqueza da al que la posee dos poderes que, en muchos momentos, luchan entre sí. Por un lado, ancla en su corazón la fuerza de la seguridad ante los contratiempos y ahuyenta la pobreza, y, por otro lado, le inyecta el veneno del miedo terrible a perder esa misma seguridad, mirando con recelo a los que les rodean y las mismas coyunturas históricas.

 

Muchos hombres y mujeres andan destrozados en su más íntimo centro y simplemente ocultan sus vergüenzas con dinero y joyas, y piden a gritos que pasen de largo la enfermedad, la crisis económica y la muerte.

 

¡Cómo resuenan las palabras de Cristo: “ No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta... Buscad primero su Reino  y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal” (Mt 6,25-34).