La religión

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

        

Frente al pronóstico de los ateos más influyentes en la configuración de la cultura actual europea, que vaticinaban su final, la religión permanece en la vida de los hombres y de los pueblos en sus más diversas modalidades.

La gran contribución social de la Religión en una cultura fragmentada, contradictoria y ambigua como la nuestra radica en "dar sentido último a la propia existencia, al conjunto de la realidad y al curso de la historia" (Martín Velasco).

Desde la Religión la vida en su conjunto cobra una cierta consistencia y una unidad fundamental desde Dios, que da sentido último a la realidad, convirtiéndose en la profundidad última de la misma existencia.

Para la persona religiosa su mismo existir en este mundo no es meramente el fruto azaroso de una noche de placer de sus padres sino que, más allá de este hecho, es alguien querido por Dios en lo más profundo de su esencia que viene a este mundo para realizar una misión de realización y de servicio.

Para la persona religiosa el conjunto de la realidad no es meramente la consecuencia de una explosión enorme y su posterior desarrollo hasta hoy, sino que, desde Dios, encuentra su soporte último en Éste, que despeja la incógnita fundamental filosófica ¿por qué existe el ser y no la nada?. Desde Dios el conjunto de la realidad aparece como una creación en la que podemos vislumbrar la huella eterna de Éste.

Para la persona religiosa el curso de la historia, tan ambigua en sus contornos y tan contradictoria en sus hazañas, tan poco exigente con la justicia de aquellos que más sufren y menos privilegiados, camina hacia el punto Omega, hacia el encuentro con Dios. De ahí que para el creyente, la historia tiene un dinamismo de futuro en su propia impulso, que hace siempre peregrino el presente y desaconsejable la instalación en lo presente como lo único definitivo.

En definitiva, la dimensión religiosa está en la propia búsqueda de todo hombre y la negación de la misma, e incluso su rechazo, por parte de los hombres de cada generación e incluso por los diseñadores de la sociedad en cada momento histórico, no hace otra cosa que generar más incertidumbre y más frustraciones en la gente, lanzándose hacia nuevas manifestaciones religiosas, en ocasiones de raíz patológica y muchas veces sectaria.