La oración y la limosna

Autor: Padre Francisco Baena Calvo

 

En cierta ocasión una mujer observaba sorprendida un cementerio el día de los difuntos. Las tumbas, todo adornadas y repletas de flores, llamaban la atención por lo bien cuidadas que estaban. Parecía el cementerio un jardín.

 

Todos hablaban de la pomposidad y la fastuosidad de algunas tumbas. Un hombre hizo un comentario negativo ante tal derroche de flores y decoraciones, que veía abusivo la cantidad de ramos depositados  estos días en las tumbas. Sus palabras fueron recriminadas por otros, ya  que aquel gasto era bueno para la economía porque gracias a eso vivían muchas familias.

 

Y es esa visión mercantilista la que nos hace justificar gastos superfluos y auténticos derroches solamente porque genera empleo y da movimiento económico al país.

 

Pero aquella mujer, que escuchaba inquieta tales comentarios, repuso: "No estoy de acuerdo con tanto gasto a favor del culto a los difuntos. Estoy de acuerdo con adornar un poco las tumbas, ponerle algún que otro ramo de flores pero no este abuso. Desde pequeña me educaron en practicar la oración y la limosna. Las  flores se marchitan pero la oración y la limosna se elevan como incienso hacia Dios".

 

Y aquella mujer, que rezaba delante de la lápida de su hijo, muerto en accidente, canceló la discusión de inmediato por aquel maravilloso comentario.